«Además de ayuda, la gente que está en la calle nos necesita, somos su familia»

Bea Abelairas
B. abelairas FERROL / LA VOZ

SANTIAGO

29 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En el año 2012 Carmen Rey y otros voluntarios fundaron la entidad Arraigo que durante mucho tiempo no tuvo local, pero sí manos y coches para repartir cenas al menos una vez a la semana entre las personas que vivían sin techo o bajo uno muy precario en Ferrol. «Es que yo a la gente que vive en casas en ruinas no las llamo okupas, sino personas sin hogar», cuenta una voluntaria que asegura que cada invierno es imprevisible.

«Nunca sabemos lo que nos vamos a encontrar: a veces llega más gente, otras son necesidades puntuales que coinciden sin razón aparente. Nosotros mismos estamos en un momento complicado, porque nos robaron el contador de nuestro local y no podemos seguir con el punto de atención que teníamos», se queja, aunque declara que siguen al pide del cañón. «Sabemos perfectamente dónde están las personas que lo pasan mal, por eso cuando hay una donación vamos a llevarla», explica una ferrolana que ha estado en múltiples ocasiones en un antiguo cuartel de Defensa, el Sánchez Aguilera, un esqueleto de hormigón que alberga cada vez a más sintecho. «Entre nosotros lo llamamos el Guantánamo de Ferrol por todos los problemas que se generan allí dentro: ahora mismo hay una familia con un hijo», alerta.

Integración

Cuando habla de necesidades, Carmen destaca las nada tienen que ver con lo material, porque asegura que son las más difíciles de suplir: «Si me preguntas qué se necesita en Ferrol para las personas sin hogar pues no te voy a responder que un albergue, porque ya lo hay, o un punto para pasar la tarde cuando hace frío en invierno, porque también lo tenemos -aclara-. Hace falta cercanía. Además de ayuda, la gente que está en la calle nos necesita porque somos su familia y a veces podemos aconsejarles como sus padres o sus hermanos».

Para esta voluntaria, que se ha topado con muchas historias complicadas, es necesario cambiar la percepción de la sociedad de cara a las personas que pasaron por circunstancias complicadas, para que no queden marcadas de por vida: «Hemos visto casos de gente que ha ido a pedir un trabajo de camarero y no se lo han dado porque una vez lo vieron pidiendo en la calle -se queja con amargura-. Algo que es una gran injusticia, porque pedir en la calle no puede ser un estigma y la sociedad piensa que si se acerca a estas personas, si las incorpora a su entorno, le van a crear problemas y no tiene por qué ser así».