Botellón a la puerta de los locales nocturnos

P. Calveiro / m. Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

PATRICIA CALVEIRO / PACO RODRÍGUEZ

La Policía se vio desbordada en la víspera del Pilar, que coincidió en jueves universitario

13 oct 2018 . Actualizado a las 22:08 h.

Son las once y media de la noche. Jueves universitario en Santiago y víspera del puente del Pilar, una combinación que fue celebrada por los estudiantes, dueños y reyes del Ensanche conforme avanzaban las horas. El desfile de jóvenes con bolsas cargadas de hielos, refrescos y alcohol para empezar a entonar la fiesta -o directamente, con la botella de la mezcla ya hecha en mano- era un anticipo de lo que iba a deparar la noche. No se reunieron en un macrobotellón en el Campus Vida. Solo un puñado de grupos dispersos (el más numeroso, de una decena en la zona conocida como las gradas) se la jugaron a la intemperie para beber en un lugar más alejado de viviendas residenciales y resguardado del escudriño público.

«Ya no se viene aquí, salvo en el Apóstol y la Ascensión. La gente ahora se toma las primeras copas a las puertas de los locales de moda, porque por dos copas dentro te compras la botella entera», indica una universitaria de Bertamiráns, acompañada por otros dos estudiantes de concellos limítrofes con Compostela. Habían cogido el último autobús y les quedaba por delante toda una noche para volver a casa en el primero de la mañana, a las 9.45 horas.

En la Rúa Nova de Abaixo, a unos metros de los locales que se abarrotaban en los años noventa y hoy languidecen, está el Central Perk, que se ha convertido en la sala de referencia de las fiestas Erasmus y otras parrandas universitarias. «Tenemos copados los eventos casi hasta diciembre», confirma su gerente, Juan Carlos Framil, que controla a la entrada del bar el aforo (con capacidad para más de un centenar de personas) y «es habitual que se llene los jueves», especialmente a partir de la medianoche. En su interior, seis camareros llenan los vasos de tubo sin descanso para aquellos que prefieren pagar un poco más por tomar las copas en manga corta y a cobijo.

En el epicentro

Justo enfrente, resguardados en las galerías que dan a Rosalía de Castro, una veintena de jóvenes se montaba la fiesta por su cuenta a base de Larios y Kas de limón (o vino blanco, a morro). Aunque el grupo era numeroso, para ser justos hay que decir que poco ruidoso. Todo lo contrario del que se encontraba a partir de la 1.00 a la puerta de Facultad (antiguo Liberty), que vuelve a estar de moda, y fue ganando en bullicio conforme iban llegando más grupos de jóvenes con sus vasos de plástico y sus ganas de comerse el mundo. Concentrados en un solo tramo de la rúa Alfredo Brañas, hacia las 2.30 ya eran más de un centenar y el alborto insoportable para muchos vecinos.

A esa hora, tampoco era fácil conciliar el sueño junto al Blaster, donde su clientela cruzaba la calle -al igual que en el caso anterior- e invadía constantemente la calzada en República de Arxentina de forma temeraria, haciendo frenar a los coches. También en el entorno de Ruta, en las rúas Curros Enríquez y Pérez Constanti, el jueves universitario se hizo notar, dejando a su paso botellas vacías, plásticos y otros deshechos humanos. El incivismo, aun siendo por parte de una minoría, salió a relucir.

El puente del Pilar desbordó a los efectivos de la Policía Local, que tuvieron que trabajar a pleno rendimiento para atender las numerosas llamadas de vecinos del Ensanche y de otros barrios que no podían conciliar el sueño debido a las fiestas organizadas por jóvenes. Los agentes tuvieron que acudir a 20 pisos para desalojar a decenas de chavales.

También tuvieron que desplazarse a varios puntos de la ciudad, donde habitualmente se celebran pequeños botellones, para poner fin a estas concentraciones. En algún caso, como en las gradas del Campus Vida, el paso de los agentes logró que se disolvieran. Por la mañana, solo quedaba alguna bolsa en las inmediaciones de la pista de fútbol. En las gradas y en la Facultade de Química, ni rastro.

En el capítulo de las anécdotas, ocho jóvenes tuvieron que ser rescatados, a las 3.10 horas, del ascensor del número 26 de Pitelos por los bomberos. El exceso de peso hizo que el aparato se quedara bloqueado entre dos plantas. Los chavales fueron sacados uno a uno por los bomberos, operativo que duró media hora.