Sin etiquetas

Serafín Lorenzo A PIE DE OBRA

SANTIAGO

23 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Vivimos días abominables, con noticias que nunca quisiéramos contar sobre hechos que nunca deberían tener lugar. Personas a las que se humilla tratándolas de «carne humana». Decisiones judiciales que sacan a miles de ciudadanos a las calles para pedir Justicia, o al menos una Justicia que se comprenda. Y una horrenda montaña de historias cruentas que tienen a los niños como víctimas. Son dramas que nos revuelven las tripas, que golpean conciencias, pero que difícilmente perduran. Porque se suceden a tal velocidad que nuevos capítulos van sepultando los anteriores, cubiertos ya de ese casposo manto de frivolidad que proyectan las redes sociales. Nos hemos acostumbrado a convivir con ello, a esa reacción espontánea de repulsa que en cuestión de minutos puede reunir a cientos de ciudadanos para condenar un hecho o una decisión judicial, una llamada a la que Santiago siempre se entrega en masa, pero que acaba evaporándose con rapidez.

En todos esos debates sobran las etiquetas que deshumanizan los sucesos. Se habla mucho de migrantes o de feminismo, pero esos conceptos funcionan como clichés reduccionistas que a menudo acaban solapando el sufrimiento de las personas. En cierto modo, nos sentimos más cómodos pensando que Moby Dick es el relato de las vicisitudes de una tropa variopinta de lobos de mar capitaneados por un tipo enloquecido que van a la caza de una ballena que reflexionando sobre esa fantástica alegoría que plantea Herman Melville en torno a la obsesión delirante, al odio y a la propia condición humana. El abismo de nuestro tiempo no es menos negro que aquel.