Subir al Gaiás

Serafín Lorenzo A PIE DE OBRA

SANTIAGO

16 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Algo falla en el Gaiás. Ya no es su errático concepto original o su coste desorbitado, sobre lo que poco más hay que decir. Es su absoluta carencia de atractivo. Sería curioso saber cuántas de las decenas de miles de personas que cada año visitan Santiago dedican unas horas de su estancia en la ciudad a explorar el complejo ideado por Peter Eisenman y parcheado en sucesivas entregas en un intento de frenar esa hemorragia abierta que suponen sus abultadas facturas. Curioso, y deprimente. En las tiendas de souvenirs encontrarán todo tipo de artículos con motivos alusivos a Compostela, pero ni rastro de esa estructura arquitectónica que fue concebida como Ciudad de la Cultura y que ahora es un apéndice administrativo más. Claro que tiene una utilidad, como la tienen los edificios de San Caetano y de San Lázaro.

Pero desde la óptica de los compostelanos, la perspectiva es todavía más negra. Hay un problema claro de falta de integración del complejo en la ciudad. Y lo sorprendente es que el debate para solventar esa desconexión nunca haya prendido con convicción. En unos meses estará listo el acceso desde la autopista, una infraestructura muy esperada por los compostelanos. No porque vaya a facilitar la llegada al Gaiás, desde luego, sino porque ahorrará un buen rodeo a los vecinos de Fontiñas y Sar que ahora deben resignarse al colapso que soporta en hora punta el enlace norte con la AP-9. Aunque ese nuevo acceso dejará en evidencia la deficiente red viaria que circunda el Gaiás y su incapacidad en muchos puntos para absorber el tráfico procedente o con destino a la vía de pago. Cualquier remedio al despropósito debe empezar por ahí.