«Si alguien sigue con el Gamela, me quedo un mes y le enseño las recetas»

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Paco Rodríguez

Tras 37 años al frente del local, Manuel Fajín reivindica su derecho a descansar

19 abr 2018 . Actualizado a las 13:23 h.

Si nada lo remedia, Santiago se quedará en unos meses sin uno de los restaurantes más emblemáticos de la ciudad, el Gamela. Manuel Fajín y Manuela García no pueden más y, tras toda una vida dedicada a la hostelería, la salud de ella y el cansancio de él los obligan a echar el freno y a decir adiós. Reivindican su derecho a descansar. «No quiero hacer nada, quiero aburrirme», dice Manuel Fajín, que se jubilará el próximo mes de febrero. Fajín anunció el traspaso del local con la esperanza de que «alguna persona esté interesada en seguir con el espíritu del bar de las setas», como es conocido popularmente el establecimiento de la rúa da Oliveira. El cariño que siente por el local es tal que, «si es preciso y alguien quiere venir -espero que en verano para que aproveche lo bueno-, me quedo un mes para que el cambio no le afecte. Así aprende las recetas».

Manuel es un hostelero labrado desde la infancia. Con solo 13 años empezó a trabajar como camarero en el Tixola, y después fue pasando por otros locales de Santiago: Canizo, Casablanca, Raxoi y Rosa Street. De este último lugar, en la rúa da Rosa, recuerda «la gran persona que era el jefe. Se trabajaba, pero lo hacías a gusto».

El Gamela no fue siempre el bar de las setas. En su origen era una «marisquería, y de ahí lo de Gamela», recuerda. Fue hace unos 28 años cuando «empezamos con los champiñones, y fue un éxito. Había gente esperando turno en la puerta». Manuel es el camarero de este local desde hace 37 años, y en sus 51 años de profesión tiene mil y una anécdotas, pero «siempre procuré ser respetuoso con la gente. No puedes agradar a todos, y te equivocas muchas veces, pero no debimos hacerlo mal, porque el local funcionó y funciona bien». Recuerda que, «un día, hace mucho tiempo, vino por aquí Ron, el de Chévere, traía ganas de setas y me dijo: ‘échale lo que veas’. Preparé unas con jamón, nata y chicharrones. Las bauticé como setas Río Bravo, porque andaban con esa obra». Uno de sus platos más conocidos eran los champiñones rellenos con panceta, ajo y perejil, «que tuvimos que dejar de hacer porque llevan su tiempo, y con los revueltos y tanta gente no hay tiempo. Ahora por encargo se hacen».

Ahora, con el agotamiento de 12 y 14 horas diarias de trabajo a sus espaldas, confía en que «el Gamela siga. Pero Manuela no puede más y yo me voy con ella».