Están ahí. Aunque abrase el sol. Aunque llueva a cántaros. Allí están, en San Francisco y en el Franco. Saben idiomas, tanto te lo dicen en portugués como en inglés. Si hace falta convencen hasta en sánscrito. Y estos días han reforzado turno. Así que quieras o no quieras, te van a ofrecer un cacho. Porque es un dulce típico. Porque es mejor probarlo. Porque tienen una oferta buenísima. Porque es Semana Santa, y estamos que lo tiramos. Porque no basta con que los turistas vengan. Es que hay que salir a buscarlos. Y lo que al principio eran tartas, ahora son también menús, tapas, mariscadas y festines varios. Porque también los de los restaurantes han salido a vender. Como si fuera el mercado.
No se les escapa una. Si eso, se equivocan de vez en cuando. Porque son capaces de distinguir lo local de los foráneo. Así que ni una pizca de tarta ofrecen si tienes pinta de compostelano. Y a los que vienen de visita, si no quieren, pues le insisten un poco. Que es un producto típico. Que es un menú buenísimo. Por si es que no se han enterado.
Ahora que se acercan los festivos, harán un pequeño agosto a golpe del mes de marzo. Porque si de algo viven, es de los que llegan para echar unas horas. Porque han reservado en las Rías Baixas y hace mal tiempo. Ay, incautos. O porque han decidido hacer una excursión. Bajan del autobús, dan un paseo por los alrededores de la Catedral y antes de volver a la carretera qué menos que comprarse un recuerdo, un regalo, un algo. Y allí, caigan chuzo de punta o haga sol -estos días no parece que vaya a ser el caso- seguirán ofreciendo un pellizco a los que van a tartas por Santiago.