Fernando Aramburu: «Me he estado viendo a escondidas con la poesía todos estos años»

Tamara Montero
tamara montero SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

XOAN A. SOLER

El escritor recogió el premio San Clemente-Rosalía Abanca por «Patria», tras la cual presenta «Autorretrato sin mí»

03 mar 2018 . Actualizado a las 12:30 h.

«¡Este libro acaba de salir del horno!». Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) señala en el IES Rosalía de Castro la copia de Autorretrato sin mí (Tusquets), un cambio de rumbo respecto al fenómeno social en el que se ha convertido Patria. Un libro intimista, una recolección de instantes. Un regreso a los brazos de la poesía.

-Tengo entendido que «Autorretrato» no es posterior a «Patria». Es anterior, simultáneo y posterior.

-En realidad, Autorretrato sin mí es un libro escrito fuera del escritorio. Es una recopilación de momentos intensos que me han ido sucediendo en aeropuertos, en aviones, en habitaciones de hotel... En los sitios más insólitos. Patria y Autorretrato sin mí no son actividades contradictorias. Es verdad que la disposición personal a la hora de escribir un libro u otro cambia, pero no quiere decir que uno tenga que escribir siempre el mismo libro, con la misma música. Este es el libro en el que más de mí ofrezco al lector. Nunca me había abierto tanto. No me refiero a chismes ni a anécdotas, sino más bien al núcleo que me constituye, al tipo de persona que yo soy.

-¿Por qué desnudarse?

-En este libro afronto las cuestiones de las que ningún ser humano está exento. Un hecho privado me ocurre a mí y punto: nací este día, estudié esta cosa. No es lo que me interesaba. Yo me sitúo ante la noche, o en la soledad, o en la evocación de mi padre, en la cama, en algún sabor, en olores, en los pájaros, en la lluvia. Ningún ser humano está exento de estas cuestiones que nos hacen humanos o ante las que podemos dar una respuesta humana. De eso se alimenta este libro. Cualquiera que se anime a leer mi libro se encontrará con que adopta mi perspectiva, la del que ha escrito el texto. Es un poco la perspectiva del que lee poesía. Se convierte en una experiencia poética si el que lee se convierte en el poeta, si se calza el poema.

-La poesía fue su amor de juventud, luego la repudió... ¿Por qué regresa a ella?

-Pues porque considero que la poesía es una necesidad del ser humano. Otra cosa es que el ser humano la busque en los libros de poemas. Esto no se hace, por desgracia, con la frecuencia con la que quizá debiera ocurrir. Pero el ser humano no puede subsistir solo con el ruido, lo feo, lo sucio, sino que busca también la belleza, armonía, musicalidad, nobleza... Y los busca donde puede. En secuencias de películas, en determinadas canciones, en el trato con personas con las que recibimos afecto... Y también en textos. Para mí la poesía no exige el verso, es algo que repudié en su día porque me sentía constreñido, limitado en mis posibilidades expresivas, y además me apetecía entrar en terrenos antipoéticos: la parodia, el humor, la sátira, y por eso llegué a despoetizarme. Pero me he estado viendo a escondidas con la poesía durante todos estos años, como quien se reúne a solas con la persona con la que alguno mantuvo una relación muy intensa y de la que en el fondo no es capaz de separarse. Ha reaparecido porque la poesía y yo hemos adoptado un acuerdo: yo no escribo en verso, no cuento sílabas, y ella admite la prosa.

«Este es el libro en el que más ofrezco al lector. Nunca me había abierto tanto»

«A mí nadie me verá nunca ondear una bandera»

Aramburu dice que hay tantas Patrias como lectores, que cada uno se hace su película en la cabeza.

-No tengo una relación excesivamente afectiva con la palabra patria. Me evoca más bien arengas de cuartel. Si tuviera que componerme una patria la haría pensando en personas con las que me siento a gusto, a las que quiero, que me abrazan. Me compondría un lugar de los afectos con distintos pedazos de tierra correspondientes a distintos países. Por supuesto que habría libros en esa supuesta patria. A mí nadie me verá nunca ondear una bandera o cantar un himno.

-«Patria» humaniza todos los bandos del conflicto.

-Eso hace que el libro haya trascendido y golpeado emocionalmente a tantos lectores. Incluso los personajes que llevan a cabo acciones que uno reprueba se muestran desde una perspectiva humana, uno más o menos los comprende, aunque no disculpe sus atrocidades.

-Ha dicho que la paz no es esto. ¿Qué es la paz?

-Si entendemos la paz como ausencia de violencia, sí es la paz. Pero los vínculos sociales que se rompieron no han sido recompuestos del todo. Han sido varias décadas de violencia, extorsión, amenaza. De miedo. Esto no se alegra de la noche a la mañana con cuatro palabras bondadosas. Todavía se producen de vez en cuando hechos que reabren heridas, como vemos estos días en homenajes a presos y personas que hicieron mucho daño. Este no es el camino de la reconciliación. Supongo que el tiempo irá haciendo su labor.

-Habrá paz pero no se sabe cuándo.

-Bueno, lo que no hay es guerra. Estamos en esa fase de recomposición de la convivencia. Prefiero hablar de convivencia, de personas con distintas convicciones sean capaces de vivir juntas sin agredirse, insultarse ni amenazarse.

-¿Algún día habrá que escribir un «Patria» a la catalana?

-Pues es posible, pero esa tarea la tendrían que realizar escritores catalanes. En Cataluña ahora mismo hay familias rotas o amigos que no se hablan por convicciones políticas; es lamentable y triste. Algo así ocurrió en el País Vasco durante mucho tiempo y creo que la mayoría de mis compatriotas no quieren repetir la historia que tuvimos y no me extraña que este asunto catalán no haya contagiado a la sociedad vasca. Ya tuvimos demasiado dolor y demasiada disputa como para volver a repetir todo aquello.