Pazo dos Irlandeses, una joya oculta

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

El guardés, que se le localiza en una farmacia próxima, muestra la casa a los turistas de Irlanda

27 oct 2022 . Actualizado a las 15:06 h.

El Pazo dos Irlandeses, en plena Rúa Nova, oculta tras su portalón una joya patrimonial que solo puede ser visitada por unos pocos privilegiados. Santiago Álvarez, un compostelano de 78 años, nos sirvió de guía magistral para recorrer las estancias de casi 2.000 metros cuadrados que él conoce a la perfección. Su vinculación a la casa empezó hace 70 años, cuando celebró su Primera Comunión «como se facía antes, cunha merenda» en la galería de la casa, y porque sus padres conocían a los dueños. Es la misma galería que puede verse en la película Trece badaladas, y que rezuma una belleza y elegancia comunes a todas las estancias del inmueble. Santiago, al que se localiza por medio de una farmacia cercana, es quien tiene la llave del pazo, y aunque demuestra ser un fan absoluto del inmueble reconoce que «non podo estar aquí todo o día. Veño dous o tres veces a semana, e se queren vela os irlandeses, veño».

Porque la casa no puede ser visitada por los compostelanos, pero sí por los irlandeses. Es una deferencia de los herederos del inmueble con los que propiciaron la construcción del colegio. Una iniciativa impulsada por Felipe II que funcionó entre 1605 hasta 1769 con la que se quería contrarrestar el avance de la reforma religiosa anglicana. Posteriormente, en el solar levantó su casa el conde de Ramiráns.

El pazo estuvo parcialmente ocupado hasta hace unos siete años, cuando en una de las alas de la primera planta vivió una mujer. Y hasta hace 17 años, la impresionante segunda planta dio cobijo a dos hermanas y un hermano que, al fallecer, dejó la herencia a cuatro sobrinos, uno de ellos también ya fallecido. Son precisamente estos últimos herederos los que buscan una salida para poner en valor esta joya del patrimonio compostelano.

En la primera planta estuvo la Cámara de Comercio, que aún guarda allí numerosos documentos, y también se alojó el Colegio de Licenciados en Filosofía y Letras y Ciencias, como reza todavía una placa de la puerta.

Tan solo la escalinata de la entrada al pazo ya merece la pena, pero el jardín resulta un lujo en pleno centro del casco histórico. Desde ese espacio verde pueden versen las galerías de madera de la primera planta y la de hierro forjado de la segunda. Esta última pide a gritos una nueva restauración, después de que Santiago hiciera otra hace ya 53 años.

Al visitante le resultará complicado destacar una estancia sobre otra, o elogiar más un mueble frente a otro. En los cuartos de baño, la loza parece sacada de una película de finales del siglo XIX. Y los azulejos de metro, que ahora vuelven a estar de moda, así como las baldosas hidráulicas de los suelos, son perfectos ejemplos de lo importante que es salvar el pazo. Una de las cocinas de la casa cuenta con una lareira de la que salía el calor para toda la casa, que llegaba a las estancias por tuberías para dar calor a través de radiadores de hierro. Los muebles merecen un capítulo aparte. Un espectacular bargueño, donde aún se guardan documentos. Un enorme escritorio con recuerdos de toda una vida. Un piano. Una mesa de comedor. Chineros y armarios señoriales. Baúles y camas de madera de tallada. Cortinones de paño. Y hasta dos imágenes del Rosario de Guadalupe y de San Patricio.

Los herederos quieren convertirlo en hotel, pero la moratoria impide desarrollar la idea

 

 

Los propietarios del Pazo dos Irlandeses tienen muchas ideas para poner en valor el inmueble. Inicialmente pensaron que el mejor destino sería un hotel, pero la moratoria decretada por el Concello impide desarrollar ahora el proyecto. Ante esta dificultad, los propietarios están impulsando, por medio de un promotor de Vigo, la apertura de dos restaurantes en los locales de los bajos del pazo. Uno tiene entrada por la Rúa Nova y hace unos años estuvo ocupado por una zapatería. Y el otro tiene acceso desde Entrerrúas. Los dos negocios compartirían el jardín interior del pazo. Los promotores están trabajando en los proyectos, pero su materialización no será a corto plazo.

Otras de las ideas que ronda la cabeza de sus propietarios es destinar una parte del inmueble a un museo, en el que tendría cabida tanto la historia del pazo vinculada a los irlandeses como la de la familia Harguindey, de la que hay numerosos retratos en la casa. La familia propietaria del Pazo fueron titulares de varias curtidurías y de otros negocios prósperos en la ciudad.