Aquellos chicos

Mario Beramendi Álvarez
Mario Beramendi AL CONTADO

SANTIAGO

26 ene 2018 . Actualizado a las 23:01 h.

Hay barrios que llevan su dolor con grandeza, sin vestir de luto. Los ha golpeado la tragedia de forma inmisericorde, pero un día levantan la cabeza, sin aspavientos, y se ponen a caminar. Por eso, cada mañana, se ve al repartidor del pan, al vendedor de cupones o a los niños en la parada del autobús para ir al colegio. En Vite viven hoy ancianas solas que un día de jóvenes imaginaron que serían abuelas. Así lo dictaba el curso natural de la vida. Llegaron del campo a la ciudad en los sesenta, cuando tenían 20 años, y fueron madres. Pero aquellos hijos adolescentes salieron un día a la calle y se fueron de paseo del ganchete de una desconocida, la heroína, que se los llevó para siempre. Nunca más regresaron. El dolor de esa ausencia todavía se aprecia hoy en las fachadas de esos edificios de ropa tendida, que miran a la calle con tristeza, con las ventanas como si fueran párpados caídos. Con uno de aquellos chicos jugué al baloncesto a mediados de los ochenta. Mucho tiempo después, una tarde, lo encontré en la puerta de los cines Valle Inclán, hoy cerrados. Estaba muy delgado, pálido y con una pierna hinchada. Parecía un anciano sin dientes. Le dije que debería ir al médico, pero me contestó, en broma, que no podía, que era su hora de trabajar. Allí iba todas las tardes a las cinco, a pedir dinero, a la cola de entrada para la función, con la puntualidad de un oficinista. Luego, cuando reunía las monedas suficientes, se iba a comprar su papelina. Aquella tarde, cuando le pregunté qué tal aquellos chicos que iban a jugar con él al baloncesto, me dijo algo que no olvidaré jamás: «Se los llevó a todos el bicho».