Una historia

Mario Beramendi Álvarez
Mario Beramendi AL CONTADO

SANTIAGO

18 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

No hay mejor lugar para ver cómo transcurre la vida que el banco de un parque. A veces conviene sentarse en uno, cruzar las piernas y observar con detenimiento lo que nos rodea. Toda esa gente intrascendente y anónima, que construye a diario y en silencio lo cotidiano. Una realidad de apariencia anodina y vulgar que discurre por el carril, sin desviarse, igual que esas casas donde siempre tocan lentejas los martes. Tengo un amigo que, cada vez que le pregunto qué tal, siempre me responde lo mismo: «Cotidianamente», dice con ironía. Cerca del colegio de mis hijos hay un parque. A veces, cuando puedo ir a recogerlos, me siento en uno de sus bancos a esperar y observo con detenimiento a la gente. Seguramente, si parase a todos los que caminan por ahí y les preguntase cómo va todo, me dirían lo mismo que mi compañero: «Cotidianamente». Nada hay en apariencia relevante en todas esas personas que van y vienen. La mayoría de nosotros transita por este mundo sin dejar ni rastro. Pero yo, al igual que Cesare Pavese, creo que todo el que pasa tiene un rostro, y también una historia. Por eso, hasta en la más insignificante existencia, siempre hay algo que contar. Tal vez cada día que fallece alguien y publicamos una esquela, haya muerto también un gran reportaje, un cuento o una novela, quién sabe. Si me levantase del banco de la Alameda y le preguntase qué tal va todo a esa pareja de jóvenes enamorados que pasea de la mano, igual hasta me dicen que trabajan poco, que se encuentran muy bien pagados y que, encima, ya están aportando a un plan privado de pensiones. Qué gran historia.