Ocho meses sin saber de qué murió Sole

Xurxo Melchor
xurxo melchor SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

CEDIDA

La sonrisa de Soledad Castro se apagó en mayo. Se acostó una noche y ya no se levantó. La familia espera desde entonces el resultado de una autopsia que acumula un doloroso retraso

07 ene 2018 . Actualizado a las 19:37 h.

Sole era Sole a secas. Así y solo así le gustaba que la llamaran. De pequeñita fue Marisol, pero se lo cambió en cuanto tuvo los años necesarios para imponer su voluntad a padres, amigos y al DNI, en el que siguió figurando, eso sí, su oficial María Soledad Castro Fraga. Tanto ella como sus muchos hermanos y toda la familia son muy conocidos y queridos en Negreira. Su hoja de servicios vital está llena de trabajo, esfuerzos y también sufrimientos. De estos últimos ella tuvo bastantes, porque cayó en adicciones que sacudieron su vida, sí, aunque jamás lo suficiente como para desatender a los suyos. «Todo el mal que hizo se lo hizo a ella sola», relata una de sus hermanas. Y así fue.

Además de en su Negreira natal, la sonrisa de Sole no era ni mucho menos extraña en Compostela. Su felicidad recibía a porta gayola a la entrada de un conocido supermercado de Galeras. Allí estaba siempre ella con su chico y su perro. Siempre educada, siempre atenta. Aceptaba lo que le daban con alegría y educación, y no dudaba en ayudar al que lo necesitaba. Si veía a una persona mayor cargada, se ofrecía presta a llevarle las bolsas. Incluso pasó alguna noche cuidando a algún anciano enfermo que no tenía a nadie más.

Esa era Sole. Una mujer con abismos, sí, pero de los que era capaz de salir cuando hacía falta cuidar a los suyos. A su hija amada primero y después a su nieta, a la que solo pudo disfrutar unos años. En el 2017 vivió sacudidas que la llevaron al médico. En atención primaria, relata una de sus hermanas, le detectaron un soplo en el corazón, pero cuando ingresó por urgencias en el hospital no le vieron nada reseñable y le dieron el alta. Aquello ocurrió quince días antes de que Sole se fuese de repente, en un momento en el que, además, también había decidido dejar la heroína a la brava. Armada solo con su brutal fuerza de voluntad y su enorme capacidad de resistencia.

Fueron días duros para Sole. Estaba nerviosa y alterada por su empeño en subir el Everest sola, en plena ventisca y sin oxígeno. La noche del 8 de mayo se acostó en su cama de su casa de A Baña, donde vivía con su hija y su nieta y también con el que era su pareja. Todo parecía estar en orden, pero la mañana siguiente, la del día 9, Sole ya no se levantó.

Exámenes pendientes

¿Qué pasó? Nadie lo sabe. Su familia cree que debió sufrir un fallo en su castigado y gigante corazón, pero necesitan saber la verdad para dejar de darle vueltas a la tragedia y, de alguna manera, empezar a asumir el enorme hueco que Sole ha dejado en sus vidas. El caso es que han pasado ocho meses desde que le practicaron la autopsia y siguen sin tener los resultados. Un doloroso retraso que el Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga) tan solo justifica de forma oficial achacándolo a que están pendientes de unos exámenes toxicológicos que se practican en centros ajenos al suyo. Y de ahí tanta tardanza.

A su familia, esta explicación no le es ni mucho menos suficiente. Más bien les resulta «indignante». Necesitan saber qué le pasó a Sole y creen que «no es de recibo tardar ocho meses en dar el resultado de una autopsia, pero mucho menos que cuando preguntamos no nos quieran contestar por escrito y que cada vez nos den una explicación diferente», lamenta una hermana.

Los Castro han sido pacientes. Aguardaron resignados los tres meses que inicialmente les habían dicho que tardaría el informe. Luego empezaron a preguntar. «Nos han dicho que el forense que tenía que hacer el informe estaba de baja, luego que estaban pendientes de Madrid, pero siempre de palabra, cuando hemos cursado escritos en el juzgado para pedir explicaciones no hemos recibido más que silencio y estamos hartos», añade.

Una «injusticia» más

Sole odiaba las injusticias. Cuentan los suyos que salía siempre en defensa del más débil y que daba la cara cuando alguien pretendía pasar por encima de otro. Sería porque en vida fue muchas veces a ella a quien le tocó sufrir los desmanes de otros. Por eso a la familia le duele tanto que también a su muerte tenga que sufrir más injusticias. «Ya no empezó bien la cosa en el Imelga, porque mi hermana ingresó el día 9 de mayo a las 12 horas para hacerle la autopsia y no se la hicieron hasta al día siguiente», se queja.

La espera no puede durar más. La familia de Sole quiere librarse de una vez por todas del peso que les supone no saber qué le pasó. Necesitan cerrar este oscuro capítulo y abrir un nuevo libro en el que todas las palabras dirijan sus miradas hacia los buenos recuerdos que Sole les dejó. Ella fue una luchadora y los suyos están dispuestos a seguir luchando. Por ella. Por su memoria. Por borrar la última injusticia.

Quince días antes de fallecer, estuvo en el hospital por un problema cardíaco, pero le dieron el alta

«Es indignante. Cada vez nos dan una explicación diferente», se queja una hermana