Que la distancia más corta entre dos puntos es una línea recta es una máxima que solamente se cumple sobre el papel. Y resulta absolutamente falsa cuando se trata de recorridos por carretera, en los que el tiempo prima sobre el espacio y la calidad del trazado es más importante que el recorrido en sí. Y si el tramo viario en cuestión corresponde a la N-550 y al periférico (SC-20) entre Milladoiro y Santiago, se pone de manifiesto que una distancia tan corta puede resultar especialmente impracticable.
La reciente instalación de señales prohibiendo el paso a peatones y ciclistas, sobre todo en sentido Milladoiro-Santiago, ha cogido a traspiés a las personas que cada día hacen este recorrido a pie o en bicicleta, que no son pocas. El rechazo a la medida es generalizado, pero a la hora de acatar su cumplimiento el éxito de la nueva señalización brilla por su ausencia.
En la mañana de ayer, el tramo objeto de polémica, entre las rotondas de Milladoiro y Volta do Castro, disfrutó de un constante y fluido tráfico, y no solo de vehículos. Peatones, peregrinos, corredores y personas de cierta edad compartían asfalto para superar este trayecto de apenas dos kilómetros.
En dirección a Santiago, la primera señal de prohibición se ubica cerca del acceso a la AP-9 y a la AG-56. La siguiente, bajo el túnel de Volta de Castro, añade el veto a ciclistas, carros y tractores. Y en superficie, la acera termina con un gran socavón en la zona de enlace con el Camino portugués.
Superado este escollo, especialmente complicado, llega el siguiente, sobre todo para los vecinos de esta zona, A Rocha Vella, que a las maltrechas aceras añaden que la pintura del paso de peatones brilla por su ausencia, no así las nuevas señales que de nuevo alertan de la prohibición de paso en bici o andando, a no ser que sea por una estrecha e intransitable vía, propia para senderistas y ciclistas de montaña.