Una ciudad capitalina con sedes dignas y sin bultos arquitectónicos

Xosé manuel cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

ABRALDES

10 sep 2017 . Actualizado a las 10:27 h.

El gobierno gallego no ha perdido la oportunidad de agrandar San Caetano sobre las rodadas de la estación. El actual recinto de los buses tenía desde hace años el epitafio dispuesto, pero aún dio tiempo a pegarle un serio repaso de casi medio millón de euros hace solo tres temporadas. Bugallo dijo en el 2007 que a la estación le quedaban cinco telediarios. Dónde va Lorenzo Milá y la terminal ahí sigue, aunque se supone que ahora sí tiene los días contados. A ojo de buen cubero.

De las administraciones depende la llegada más o menos temprana de la piqueta, pero no hace falta darle ningún otro repaso serio al inmueble, salvo que un muro amenace con resquebrajarse y dejar «K.O.» algún Monbús. Lo cual no va a suceder, para descanso de las penalidades de Raúl López. Hay inversiones más productivas que encalar la terminal.

El dato alentador es la entrada en órbita del proyecto del nuevo San Caetano, que quedará conectado con el viejo a través de un paso aéreo acristalado. Está de moda acristalar los accesos elevados, y es de esperar que la pasarela de San Caetano una más íntimamente a las dos Xuntas que la del Hórreo las dos estaciones, si se le quiere sacar el mayor provecho administrativo. Habrá también un tránsito subterráneo.

A diferencia del Concello con Odontoloxía, el Gobierno gallego huele más cercano el uso de la estación de buses para sus huestes autonómicas. En la época del chachachá del erario no se notaban tanto los meandros económicos, pero hoy es una china bastante molesta en el zapato de la Xunta el pago anual de 2,5 millones por alquileres. Recoger esos cachos de administración y juntarlos (conjuntarlos) en la Cidade Administrativa es un respiro para Feijoo y, sobre todo, para los usuarios que culebrean por la ciudad a la busca y captura de servicios públicos.

Diseño

El equipo técnico que desee ponerle trazas y vitola a la Cidade, bajo los auspicios arquitectónicos de Jorge Salgado y Celso López, debe apurar si aspira a ponerle firma al diseño. Este mes finaliza el plazo. Y luego treinta millones de euros mudarán la actual fotografía de la estación. Núñez Feijoo se frotó en Pontepedriña de Arriba las manos mientras lo pensaba en alto. Contemplando la agraciada efigie de la antigua curtiduría, su mente voló al nuevo San Caetano. De hecho va a ser una de las intervenciones más enjundiosas de la ciudad, si los duendes no trastocan los planes/os como en el Hórreo.

Que la capital de Galicia disponga de una elegante sede autonómica invita a enorgullecerse a compostelanos y gallegos. La simbología va más allá de cuatro paredes. Y es extensible a otras instalaciones radicadas en la capital. No es ningún antojo endocrino la insistencia, por ejemplo, en dignificar la estación intermodal, cuyo proyecto es un apócope de la grandeza (no confundir con gigantez) que podría exhibir.

A la expectativa de lo que irradie el proyecto que acaba de licitarse, la Cidade Administrativa no vendrá a abultar la sede autonómica. Eso espera la ciudadanía capitalina de los planos que salen del cascarón de Mineral vexetal (lema de los ganadores del concurso de ideas). Hacer trizas la estación de autobuses y los servicios que allí moran solo puede permutarse por realzar el área.

Avanzar en la Cidade pasa por pedalear rápido en la cuesta a salvar para la construcción de las instalaciones del Hórreo-Campoamor. Anhelo que durante un tiempo derivó en acusaciones interadministrativas de yo curro y tú sesteas, yo destilo sudores y tú madores y lindezas de igual calado porque Raxoi no pisaba fuerte.

A propósito, la Xunta ha conseguido al fin eliminar del mapa de morosidades urbanísticas la variante de Aradas. Le ha privado así al Concello de uno de los argumentos de contraataque en los retrasos, aunque en política el pasado nunca muere del todo.

Ciertamente, el vial ha sido tramitado con muletas. La porrada de años invertidos en el empeño de Aradas ha exasperado a los colectivos beneficiarios, los mismos que hoy sonríen, dicen pelillos a la mar y saludan el ruido de las máquinas. Es un saludo que comparte la ciudad junto a los hombres de Jesús Chenel y los desasosegados residentes de Vite, libres de vehículos pesados.