Han pasado siete años desde la primera visita a Sar de Dusko Ivanovic al frente del Baskonia. En aquella ocasión solo pudo utilizar a ocho jugadores y uno de ellos, Singletary, apenas estuvo en cancha cuatro minutos. Ganó el equipo vitoriano, 76-80, en un último minuto que pudo caer para cualquier lado. En la rueda de prensa le preguntaron por las ausencias y por el mérito del triunfo en esas circunstancias. No se adornó: «Sobre bajas no hablo. Con esto teníamos que ganar». Eso sí, los siete eran primeros espadas: Pau Ribas, Oleson, Teletovic, Hermann, Eliyahu, Marcelinho Huertas y San Emeterio.
El mensaje vale para el Obradoiro. Los que están son los que cuentan, a la espera de que llegue algún refuerzo. Las gestiones no terminan de cuajar porque el club no va a gastarse más de lo que tiene y porque con el dinero que pueda poner encima de la mesa hay otra máxima a la que se sigue manteniendo fiel: no se trata de fichar por fichar.
Los que están no son sospechosos de borrarse. La afición, tampoco. Así salió adelante el partido ante el Andorra. Remar con los recursos disponibles y siempre en la misma dirección no depende de las lesiones ni de terceros, y ese es el flanco fuerte del Obradoiro, el que nadie la puede quitar, el que hace de Sar una cancha reconocible y reconocida por cuantos la visitan.
Lo que no mata hace mas fuerte y el que resiste gana. Al fin y al cabo, el Obradoiro y el obradoirismo son combatientes acostumbrados a buscar la salida transitando por los caminos más enrevesados. En esas se ven una vez más.