Localismos en la nanopolítica

Serafín Lorenzo A PIE DE OBRA

SANTIAGO

19 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La escala nanométrica es el campo de juego en el que se están gestando muchos de los avances más revolucionarios de los últimos años. Se enmarcan dentro de la nanotecnología, la ciencia de lo diminuto, de los átomos y moléculas que nos son imperceptibles pero que lo explican todo, empezando por nuestra propia existencia. Sucede justo lo contrario que en la política, materia mucho más prosaica en la que todo parece acontecer con una displicencia a menudo sonrojante hacia el ciudadano común. Aunque también la política tiene sus escalas. Y, al revés de lo que sucede con la ciencia, es la más elevada la que pasa desapercibida. Lo que nos llega es el agua tibia de lo que se cuece en las alturas. En cambio, en su escala más primaria el debate se escenifica con una transparencia tal que a su lado una partida de tute es un juego de espías bregados en la guerra fría. Podríamos hablar entonces de una nanopolítica, esa versión de barra de bar en la que cualquier diatriba destila tanto amor exacerbado por lo propio como desprecio irracional por lo del vecino. Lo que vienen siendo los localismos de toda la vida.

Pues bien, pocos asuntos iluminan el discurso localista de nuestros alcaldes como el aeroportuario. Asistimos estos días a otra entrega de un sainete en el que todos dicen compartir el mismo objetivo mientras atacan la gestión del homólogo. Maravillosa ilustración de una de las partículas más elementales de la nanopolítica. Hay que ver el tiempo que se pierde en agrias disputas localistas por captar vuelos y el fértil negocio que ese duelo a capa y espada procura a algunas aerolíneas.