«Quedarnos en Figueiras y no irnos a un polígono fue nuestra salvación»

Juan María Capeáns Garrido
Juan Capeáns SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

S. alonso

Empezó trabajando en la imprenta franciscana y desde 1981 tiene la suya propia

12 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Una mañana, a principios de los 60, echó a andar con sus 14 años por el caminito que entonces comunicaba la parroquia de Figueiras con el casco histórico de Santiago. Llegó a San Francisco y se metió en un sótano, cerca de lo que ahora es la recepción del hotel. Allí estaba la imprenta en la que la congregación religiosa editaba dos revistas, El eco franciscano y San Antonio, que dirigía el padre Isorna. Aunque empezó como recadero, José Garabal aprendió allí a componer sus primeros titulares y salió con un oficio debajo del brazo. Siendo todavía muy joven se fue a Vigo para trabajar en la rotativa del Faro, que estaba todavía en la calle Colón, pero la Marina y Ferrol se cruzaron en su vida: «Después de licenciarme volví a Santiago y ya me casé».

No es menor el dato biográfico, porque Manuela López, su mujer, se convirtió en una pieza fundamental del engranaje profesional y familiar. Garabal volvió unos meses a San Francisco y después dio el salto a la imprenta Paredes, en la que ya desplegó todo su conocimiento sobre las artes gráficas. Le faltaba independizarse y dar el salto empresarial, y el primero, con un socio, fue dubitativo. No salió bien y al poco tiempo tuvo que empezar de cero, en su Figueiras natal, muy cerca de la casa familiar.

Gráficas Garabal nació oficialmente en 1981. Mano a mano con Manuela fueron haciendo una cartera de clientes locales que en muchos casos mantienen 35 años más tarde. José es muy prudente, un Simeone de la empresa familiar: «Había que ir paso a paso», dice con cierta timidez. Empezaron haciendo de todo, y teniendo claro que había que intentar tener máquinas de vanguardia que permitieran asumir trabajos de calidad, a poder ser para la empresa privada. «Fue nuestra apuesta cuando empezaron a ir bien las cosas, pero es cierto que la crisis nos pilló con mucha inversión realizada y pagos muy fuertes que hubo que asumir con un enorme esfuerzo», explica Garabal. Es, quizá, el mayor sinsabor de toda una vida laboral, el haber tenido que prescindir de trabajadores. «Llegamos a ser 21 y hoy estamos trece, pero no quedaba otra, o hacíamos los ajustes o desaparecíamos», comenta con pesar.

El peor año fue el 2012 y el mayor problema fue el desplome de los ingresos que procedían de las administraciones. La dependencia de Garabal del dinero público ya era menor, y con tres de los cuatro hijos implicados en la empresa fueron capaces de atender encargos urgentes «trabajando ocho, nueve, diez o doce horas todos los días». Ahora bien, más allá de los borrones, el empresario compostelano siempre ha tenido claro que al cerrar la puerta del negocio las preocupaciones deben quedarse dentro hasta el día siguiente, aunque no siempre lo ha conseguido.

El 2016 «va bien, será mejor que el anterior», calcula. Las cifras previas a la crisis ya se han superado y ahora solo toca esperar que Manuela se jubile también y dejar la empresa en manos de sus tres hijos, que ya están al frente de distintos departamentos. Son ellos los que deberán decidir si amplían el negocio o siguen en Figueiras. Con perspectiva, Garabal se alegra de haberse quedado en la parroquia para ir ampliando poco a poco las instalaciones hasta los 800 metros actuales. «Nos harían falta más del doble, pero este lugar fue nuestra salvación. Ampliar aquí suponía una inversión, pero no un riesgo, pero irse a un polígono... A muchos les afectó el exceso de personal, pero también endeudarse por una nave o unos despachos que no dan dinero. Las máquinas sí, se defienden por sí solas», sostiene sin ánimo de dar lecciones.

Nombre. José Garabal Míguez (Santiago, 1949).

Profesión. Empresario que fundó en 1981 la imprenta Garabal.

Rincón elegido. San Francisco. En los bajos del convento comenzó a trabajar en la imprenta de «El eco franciscano».