«Oía voces que me decían que tenía que matar a mi hija para salvar el universo»

Xurxo Melchor
xurxo melchor SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

xoán a. soler

La acusada de asfixiar a su hija en un hotel de Santiago admite los hechos en el juicio

08 jun 2016 . Actualizado a las 18:33 h.

«Escucho ahora esas palabras y como que no las entiendo». Esas palabras ahora incompresibles para Marisol Fabiola Serrano Martínez son las que dio para explicar por qué había asfixiado a su bebé de seis meses en un hotel de Santiago. Palabras que tuvo que repetir ayer en la primera jornada del juicio con jurado popular que se celebra en la sección compostelana de la Audiencia Provincial por el asesinato de la pequeña el 31 de agosto del 2015. Palabras que, en opinión de la Fiscalía y los médicos que trataron a la acusada, son las de una persona que sufrió un brote de esquizofrenia paranoide. Palabras que justificaron la muerte de la bebé porque era «la encarnación del mal», porque «oía voces que me decían que tenía que matar a mi hija para salvar el universo» y porque tras su muerte «vendría una nave espacial para llevársela a Sirius, que es el planeta donde viven los cristos, que son seres que dieron su vida para salvar al mundo».

Marisol Fabiola, natural de Chile pero que también tiene nacionalidad alemana y vivía en este país, reconoció los hechos en su interrogatorio. Eso sí, los justificó por la enfermedad que padece y de la que en aquel momento no se medicaba. «Yo no quiero hacer daño a la gente, no quería hacer daño a mi marido ni a mi hija», aseguró entre llantos la acusada a la fiscala, Arancha San José. Debido a esa esquizofrenia paranoide que los médicos aseguran que padece, el ministerio público no pide cárcel para Serrano Martínez -cuyos apellidos de soltera son Raue Ortega-, sino 25 años de internamiento en un centro psiquiátrico penitenciario.

La defensa, que ejerce la letrada Begoña Trillo, no está de acuerdo con la calificación fiscal. Admite que Marisol Fabiola es autora del crimen, pero considera que la eximente completa de trastorno mental debe conllevar la libre absolución de la acusada y, aunque aún no ha adelantado cuál será su propuesta, quiere una medida de protección alternativa a los 25 años de internamiento en un centro psiquiátrico penitenciario.

Con sus propias manos

Los nueve miembros del jurado y el magistrado que preside el tribunal, Alejandro Morán, tendrán por tanto claro que la acusada es autora del crimen de su bebé y también cuándo y cómo lo hizo, porque ella misma admitió que asfixió a la pequeña a las 19.20 horas de aquel día, en la habitación del hotel en la que se alojaba y apretándole el cuello con sus propias manos hasta que dejó de respirar. También relató como después cubrió el cuerpo con una toalla blanca en cuyos extremos puso dos piedras.

Los jurados tan solo deberán decidir si creen o no que cometió el crimen sin saber lo que hacía porque sufrió un brote esquizoide y que, por tanto, no era responsable de sus actos. La acusada, que lleva ocho meses en prisión preventiva, explicó que en junio del 2014 sufrió un episodio parecido en Alemania. «Oí unas voces que me decían que tenía que irme a Suiza», afirmó. Y así cogió un tren y luego otro, pero acabó en la ciudad de Stuttgart, donde convivió en la calle unos días con un vagabundo que, según asegura, la violó.

Esa supuesta violación fue importante en los sucesos posteriores. Marisol Fabiola acudió después a un centro y fue ingresada en un psiquiátrico. Fue la primera vez que la diagnosticaron de esquizofrenia, pero ella pensó que aquello no era una dolencia crónica, sino un episodio puntual. Por eso ni se medicó ni acudió a las consultas médicas que le habían pautado.

Una paternidad en duda

Fue también después cuando se enteró de que estaba embarazada y, como ella misma señaló, «no podía saber si era de mi marido o del vagabundo, calculé los días y podían ser ambos». No obstante, el esposo, Raúl Serrano Martínez, que ayer se acogió a su derecho a no declarar como testigo, reconoció a la niña como suya.

Los que sí testificaron fueron un matrimonio que reside en el Reino Unido y otro ciudadano que, como la acusada, habían venido a Santiago para participar en un congreso del Instituto Gnóstico de Antropología Samael Litelantes, un grupo que la Iglesia Católica y otros organismos consideran como una secta. Los tres estuvieron con la acusada antes del crimen y relataron que la vieron «callada» y «triste», pero no pudieron especificar si sufrió o no una crisis esquizoide. Consideraron lógica aquella actitud, porque por la mañana había discutido con su marido a gritos. Tan fuertes fueron las voces que fueron muchos los que salieron alarmados al pasillo del hotel. Marisol Fabiola explicó que aquella pelea fue por los celos que le provocó la presencia de la exmujer de su esposo, que también estaba en el congreso. Y dijo haber sentido «miedo» de su marido y que por eso se fue dos veces al aeropuerto para volverse a Alemania, aunque ahora cree que su actitud fue fruto de su crisis.

La investigación ha obviado la posible relación del crimen con una secta

La acusada y su marido vinieron a Santiago para participar en un congreso del Instituto Gnóstico de Antropología Samael Litelantes, un extraño grupo fundado por un colombiano que se hacía llamar Samael Aun Weor -Litelantes era su mujer y sucesora-. La secta defiende extraños conceptos como la prohibición de que los hombres eyaculen en las relaciones sexuales para evitar que el diablo se forme en el interior de la pareja. Pese a que podría existir una conexión entre estas delirantes creencias y el crimen, como así lo aseguró un cazador de sectas en un escrito que envió al juzgado, la jueza que investigó el caso, Ana López Suevos, obvió esta posible relación. Por ello, tampoco es objeto de análisis en el juicio que comenzó ayer. El misterio quedará por tanto en el aire.