Un grupo de presos viven siete días de libertad para disfrutar del Camino

Margarita Mosteiro Miguel
marga mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Xoán A. Soler

La peregrinación forma parte de un programa de la cárcel de Segovia orientado a lograr la reinserción social

01 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«De estos siete días en el Camino de Santiago, lo mejor ha sido sentir que confían en mí, lo que me obliga a no defraudarles. Cometí un error, y estoy en la cárcel, pero no voy a cometer dos errores». Así describe su experiencia en el Camino de Santiago Juan Sebastián Corrales Gallego, de 26 años, uno de los seis presos de la cárcel de Segovia que ayer llegaron a Santiago después de siete días de peregrinación desde O Cebreiro. El joven mostraba los pies llenos de ampollas, pero lejos de quejarse aseguraba con una sonrisa que «sin dolor no hay Camino ni penitencia». Junto a él peregrinaron otros dos compañeros, de 22 y 25 años, y tres más, de 35 a 40 años. Todos cumplen condena y tienen problemas relacionados con las drogas.

El fin de la actividad no es la penitencia, sino poner en práctica «las habilidades aprendidas en las terapias realizadas en la cárcel, y comprobar que puede aplicarlas a la vida real. Y el Camino es una prueba de fuego, porque hay muchos riesgos, pero ellos saben que se juegan mucho», explicó Jesús Hernández, uno de los educadores que peregrinaron con el grupo. Con la peregrinación se pretende, por un lado, «avanzar hacia la normalización de sus vidas», y, por otro, «que la sociedad vea que es posible la reinserción». Hernández apuntó que una de las «grandes ventajas de la ruta es que es democrática. En el Camino no hay presos y educadores, todos somos peregrinos con un objetivo común: llegar a Compostela. Hay que superar metas, y les sirve para darse cuenta de que en la vida hay obstáculos que se superan con constancia y esfuerzo», destacó. Durante el Camino hay momentos para «reflexionar y meditar en grupo, y a esto dedicamos el final de la jornada, pero durante el día sé que ellos piensan en sus vidas y en el futuro».

Relató Hernández que una de las experiencias «más increíbles fue comer en el convento Benedictino, en un comedor en silencio con un monje leyendo. En la cárcel están diez minutos en el comedor, y con mucho ruido», contrapone. En la casa de cultura de Sarria participaron en una charla de prevención de drogas ante más de cien personas. «Si bien no es fácil dar un testimonio tan personal, les hizo sentirse útiles. Han cometido un delito, y siente la necesidad de contar su experiencia para hacer ver las consecuencias», apuntó.

En la cárcel de Segovia prepararon el Camino con charlas sobre su patrimonio artístico, y hoy harán una visita guiada por el casco histórico de Santiago junto al arquitecto José Allegue, del Consorcio. Antes bajarán andando desde el Monte do Gozo al Obradoiro. Esperan «muchas emociones en ese momento».

«Lo mejor del Camino ha sido sentir que confían en mí. Cometí un error, pero no voy a cometer dos errores»

Juan Sebastián Corrales