Política de vuelo corto

Serafín Lorenzo A PIE DE OBRA

SANTIAGO

28 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Compostela está de enhorabuena. Después de meses de muchas tiranteces y escasos avances, las tres administraciones implicadas han sido capaces de alumbrar el convenio de la futura terminal, que debe servir para pasar de las declaraciones vacías a las obras, a lo que realmente interesa y favorece a los ciudadanos. Ese acuerdo permitirá avanzar en la tramitación de un proyecto que, en todo caso, llega marcado por la vitola que identifica la política de vuelo corto. Santiago contará al fin con la terminal ferroviaria y de autobuses que merece, no hay duda. Pero la posibilidad de subir a un tren con destino al aeropuerto seguirá siendo aquí una quimera, cuando desde hace años es una opción que mejora la conectividad de las grandes urbes europeas. Como Oporto, sin ir más lejos. La flamante intermodal compostelana entrará en servicio, por tanto, con esa tara imperdonable de la falta del acceso a Lavacolla.

Santiago y Galicia dejan pasar un tren crucial para la competitividad de su sistema aeroportuario. Por una desidia sangrante. La Xunta encargó un estudio en 1995 que constató la viabilidad de un proyecto de enlace ferroviario con Lavacolla para el que se barajaron tres alternativas. La más asequible consistía en abrir un ramal desde A Sionlla, aprovechando la adecuación del trazado a la alta velocidad. Pero finalmente el Ejecutivo de Fraga desistió de plantear la conexión a Fomento. Aunque el debate se reabrió en varias ocasiones desde entonces, ni siquiera llegó a prender. El Sá Carneiro está a un paseo de Compostela, pero su modelo sigue quedando muy lejos.