«Con los refugiados en Idomeni sentía vergüenza y ganas de pedir perdón»

anna serra SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Azucena Rodríguez se muestra indignada por la política de España y la UE hacia los refugiados.
Azucena Rodríguez se muestra indignada por la política de España y la UE hacia los refugiados.

Pasó cuatro semanas en el campo griego ayudando principalmente a niños y madres

13 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

«Llevo ya tiempo en el paro y tenía un dinerillo ahorrado para viajar, porque me encanta y entonces me enteré de que un compañero iba a hacer de voluntario, y me apunté». Así fue como Azucena y su amigo Xabier emprendieron el camino en furgoneta hacia Idomeni, cruzando España, Francia e Italia durante cuatro días, hasta llegar a Ancora, donde cogieron un ferri que les llevó hasta Grecia. Una vez allí, empezaron a colaborar nada más llegar. «Ayudé con un proyecto llamado Baby Hamman, que era un baño para bebés y niños hasta 12 años, donde les limpiábamos y cambiábamos de ropa. Lo creó una pareja catalana con una tienda de ACNUR abandonada», comenta Azucena. Al cabo de unos días, viendo la cantidad de mujeres que estaban a punto de dar a luz, se le ocurrió la idea de hacer canastillas para los recién nacidos, utilizando pequeñas bañeras de plástico con toallas, ropa, productos para la higiene del bebé y de la mamá, que compraron y también obtuvieron en un almacén donde había donaciones procedentes de todo el mundo.

Azucena explica que eso es un no parar: «Llegas allí y te da un subidón de energía, tienes que parar en algún momento... Pero no quieres. A veces pensaba que estaba hiperactiva». Pese al trabajo altruista que realizó en ese lugar, y en este momento tan necesitado, Azucena opina que tan solo aportó un pequeñísimo grano de arena: «Estando allí, ves que tu trabajo no tiene ninguna importancia... El trabajo de los voluntarios es importante, pero no tiene importancia. Aunque te vuelques totalmente y te desvivas, puedes hacer muy poco. No está en manos de los voluntarios encontrar la solución».

En Idomeni están los que se pudieron permitir huir de la guerra y «los pobres se quedaron, murieron allí», explica Azucena. Los refugiados que se encuentran ahora en los campamentos son familias de clase media alta, «gente culta, con estudios, que tuvo que pagar una barbaridad a las mafias para salir de Siria, porque no les concedían el permiso legal para entrar en el país», lamenta Azucena. A lo largo de su estancia allí conoció muchas personas con historias sobrecogedoras, pero recuerda especialmente a «una familia con cuatro hijos, que habían tenido un accidente en Turquía y allí, en Idomeni, estaban la mar de contentos con una tienda», explica. Pero, por desgracia, hubo una tormenta que destruyó la tienda. «La madre de la familia me envió una foto de la tienda rota. Yo le envié un emoticono llorando y ella me mandó emoticonos de caritas riéndose... Se lo tomaba a risa, porque para ellos eso es una tontería después de todo lo que han vivido. La manera como llevan esta tortura me parece admirable».

Azucena regresó con un pedacito de Idomeni y de todas las personas que conoció allí. Al volver se dio cuenta de cuánto le había servido esa experiencia a nivel personal: «Es una cura de humildad importante. Vuelves y te alegras de que tu gente esté a salvo, valoras tu vida y te das cuenta de los derechos fundamentales que estamos pisoteando». Rememorando esos días, Azucena recuerda una sensación de culpabilidad: «Sentí vergüenza. Había veces que solo tenía ganas de pedir perdón. Me siento indignada por como la Unión Europea y España están llevando este tema. Yo no he colaborado directamente en este conflicto pero creo que de alguna manera tenemos que ser responsables».

Azucena Rodríguez Allende. Con 50 años, se montó en una furgoneta con destino a Idomeni, donde estuvo 24 días como voluntaria independiente

Regresa reactivada. Vuelve a estudiar y pone en marcha la Asociación Sahebbi, destinada a los refugiados y víctimas de minas saharauis