Filharmonía

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

28 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La Filharmonía celebra con muy buenas vibraciones y sin grandes alharacas sus veinte años. Pudiendo lucirse en auditorios de medio mundo, porque categoría tiene para ello, las estrecheces presupuestarias obligan a que esta sea la etapa más casera de su historia, con la salvedad de aquellos inicios en los que Rilling y Zumalave se afanaban en el engrasado de todas sus piezas. No hay giras ni producciones discográficas. La proyección exterior es muy limitada. Pero esto favorece un escenario positivo, esencial: la capacidad de volcarse hacia su entorno más inmediato, Santiago y Galicia, para consolidar la fidelidad de su público y ganar nuevos adeptos, para asentar sobre una base más amplia su prometedor futuro, para abrir espacios de colaboración con la OSG. Llama la atención que la capital de Galicia, siendo una ciudad de música y de músicos, con una cantera espectacular en la amplia oferta de centros que imparten estudios oficiales y oficiosos, no genere una clientela estable mucho más amplia para su formación sinfónica. La temporada de abono deja todavía butacas vacías en el Auditorio, salvo ocasiones señaladas por cartel de relumbrón o por propuestas innovadoras (un ejemplo, el muy reciente tándem con Luís Tosar). De los patrocinios privados para contribuir a sufragarla, mejor ni hablar. Con Paul Daniel involucrado a fondo, la Filharmonía está desplegando, como nunca antes, acciones para seducir a la sociedad compostelana, para ganársela haciendo pedagogía, divulgando, fomentando la participación, acercándose a todos los públicos con formatos a medida, saliendo a la calle, rompiendo los anacrónicos corsés del elitismo. Vívanla.