Sí que es saludable negociar en todas las Administraciones

Xosé manuel cambeiro LA VOZ/ SANTIAGO

SANTIAGO

27 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

A Rajoy se le ocurrió convocar las elecciones justamente el último día del otoño y ha sido el otoño patriarcal del bipartidismo. Podría ser el otoño de Ciudadanos y de las mareas, y el de Martiño Noriega y de sus colegas, tras su despunte primaveral. No lo ha sido. El pasado verano el abogado García Cumplido dijo en estas páginas que la gente estaba cansada del discurso de los partidos tradicionales, y ese cansancio al parecer perdura. Resultó más evidente en Galicia que en otros feudos.

Hoy, cuando se habla de estabilidad, los millones de desestabilizados por el austericidio no se sienten aludidos. Han quedado en fuera de juego. Se puede disparar a las formaciones emergentes desde tierra, mar y aire pero hoy es gastar munición electoral sin tino. Las cifras macroeconómicas son más engoladas que las microeconómicas, la alta corrupción supura y la recuperación es un argumento brillante, sin duda, pero las prédicas tienen que caer en terreno abonado. Conclusión: varias opciones se reparten la voz y el voto del Estado.

Es, a distinta escala, lo que sucede en Santiago, aunque con las siglas cambiadas. La mayoría absoluta se diluyó y la negociación a varias bandas se adueñó de la vida política local. A Noriega se le dice y acribilla que tiene que aprender a negociar y afrontar reveses. Y Mariano Rajoy, o quien le releve, va a tener que sudar su camiseta a chorros, porque negociar y pactar es tan sano en Madrid como en Santiago.

Tras los comicios, los grupos municipales se han lanzado a la arena interpretativa para valorar lo que ha acontecido en Madrid y trasladarlo a la ciudad. Y aunque la campaña electoral finalizó el viernes, en algunos grupos ha rebrotado el lunes. Compostela Aberta surfeó sobre el optimismo y el PP aleteó sobre él. Los comicios pueden liberar endorfinas y tanto Martiño Noriega como Agustín Hernández se han subido a sendos pedestales.

Extrapolación

CA es nuevo en la plaza municipal, pero el PP ya fue mando y subordinado. CA aún no probó la capacidad de extrapolación de unas elecciones. El PP sí. Hernández se miró en el mismo espejo optimista de sus antecesores, y ya se sabe que espejo y especular enganchan en la misma raíz. Las sorpresas vienen luego, porque si hay una ciudad en la que los comicios generales-autonómicos-europeos discuerden a menudo con los municipales esa es Santiago. Extrapolar en Compostela es tentador, porque los votos llegan relucientes en bandeja de oro, pero es un mero ejercicio especulativo. El arte crisopéyico es cegador.

Martiño, por su parte, puede verse ofuscado por el rutilante avance de las mareas, que son muy oscilantes. Encepar, hincar las formaciones ciudadanas en un terreno que parecía secularmente abonado para otros es un reto complicado, que en Santiago le está costando a Noriega por ahora bastantes sinsabores. El 20D sopló favorable y de Compostela Aberta depende su desembarco en el mar de la tranquilidad o en el mar del Norte, con el nombre en las tablas sueltas.

PSOE y BNG no se han querido subir a ninguna parra ni han tenido motivos para hacerlo. No es que hayan salido malparados en sus ciudades en las comparativas, pero es que la bola de Atlas está cayendo sobre ellos y lo saben. Sobre todo en el caso del BNG, para quien el formato electoral puede llegar a resultar ya indiferente.

Si sondeara el mercado electoral seguramente no acometería tan en solitario la empresa de las elecciones generales, tenga quien tenga la culpa de que no se coaligasen Nós y En Marea. Esa pelea infantil de medir los metros de nacionalismo de cada quien se ha saldado con una derrota que Rubén Cela admite «sin paliativos». El BNG no ha podido ni asir a los propios afiliados, porque la deserción se veía venir. Y ser testimonial no es ya tan bonito.

Con voz de ultratumba, porque acudió enfermo a hacer la valoración pública de los comicios, el socialista Francisco Reyes tampoco rodeó de paños calientes el resultado electoral. El partido embarrancó en Galicia, pero el portavoz socialista lo ve navegando seguro en Raxoi y ya ha advertido de que no hará con el timón movimientos de guiñada.