Ni un difunto sin flores frescas

santiago / la voz

SANTIAGO

Actividades de Samaín en el casco histórico (foto superior) y Belvís.
Actividades de Samaín en el casco histórico (foto superior) y Belvís.

El cementerio de Boisaca, convertido en el centro de Santiago por un día

02 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Solo un día al año el cementerio de Boisaca supera en multitudes y bullicio al Obradoiro. El de ayer, el de Todos los Santos. A falta de una hora para cerrar el recinto funerario era difícil encontrar una tumba, un nicho, un panteón sin sus flores frescas. Los difuntos más ricos, los más humildes, incluso aquel que en el tercer nivel del muro mortuorio, por pobre o por reciente, tiene su nombre escrito en tiza... todos lucen un centro, un ramo o un ramillete de flor cortada, explican las floristas las modalidades florales que ayer tuvieron más salida a las puertas del camposanto.

Por buen tiempo o quizá porque los bolsillos se permiten ahora más alegrías, la venta de flores fue este Día de Todos los Santos un buen negocio, el mejor de los tres años últimos que ha vivido la joven empleada de una de las floristerías de Boisaca. A las seis de la tarde, en la carpa con la que este comercio ha doblado mostradores y turnos apenas hay ya unos restos y las dos dependientas esperan despacharlos en la hora que queda. Los colores, sobre todo blancos y rojos.

En Boisaca, convertido en la gran plaza pública de Santiago, cada uno vivía la visita a su manera. Desde las personas, muchas, intentado aislarse ante la tumba de un ser querido y mascullando unas oraciones, hasta los corrillos de familias que lo viven casi como un día festivo compartido con los ausentes, y con los niños corriendo de un lado a otro. O los padres que aprovechan la visita para hacer un esfuerzo didáctico tratando de explicarles a sus hijos las cosas de la muerte. O conversaciones de fútbol; u otras, más acordes con la situación, sobre pros y contras de la incineración y de guardar las cenizas en casa. Abarrote. Y coches dando vueltas para aparcar, que en eso ni siquiera la última morada es diferente.