Patrimonio cerrado a cal y canto

Ignacio Carballo González
Ignacio Carballo LA SEMANA POR DELANTE

SANTIAGO

24 ago 2015 . Actualizado a las 17:53 h.

Es habitual en la Galicia rural que el turista informado se vea obligado a vencer considerables obstáculos para lograr el premio de poder admirar cualquier joya de nuestro patrimonio cultural, con frecuencia, por cierto, desconocida si está en los aledaños de los circuitos de masas. Por ejemplo, intente usted entrar cualquier día de agosto (no le hablo de diciembre) en alguna de las decenas de iglesias y monasterios de la Ribeira Sacra. Se las encontrará cerradas y se verá obligado a peregrinar de puerta en puerta hasta dar, si tiene un poco de suerte, con el paisano depositario de las llaves, que si está de humor no solo le abrirá, sino que se esforzará por hacerle de guía por las bondades del templo, a cambio de la voluntad -para el mantenimiento del mismo, claro-.

Que esto ocurra con un patrimonio que aspira a serlo de toda la humanidad es para hacérselo mirar, pero que las restricciones se produzcan en una ciudad que además de tener ese rango la visitan cada año millones de personas es, sencillamente, inadmisible. Mas todavía cuando semejante invisibilidad afecta a monumentos del calibre de la Colegiata de Sar o de buena parte de las iglesias conventuales más céntricas. El turista que, plano en mano, se aventura en busca de la Colegiata y se la encuentra cerrada no solo es un turista decepcionado, sino que se convierte en un mal prescriptor de la ciudad, o el que sufre el mismo chasco en las Mercedarias o en Santa Clara o el Carmen.

Las Administraciones tienen autoridad para negociar con la Iglesia la puesta a disposición del público de este patrimonio más allá de su uso para el culto, no en vano todo él ha sido rehabilitado con fondos públicos, lo que exige un retorno para el conjunto de la sociedad. La falta de recursos económicos para hacerlo no debe ser un impedimento insalvable, sin tener que llegar al extremo de que el párroco de Sar, Porto Buceta, le deje las llaves de la Colegiata al vecino más próximo para que atienda las visitas.

Compostela no puede permitirse el lujo de tener cerrado a cal y canto su patrimonio monumental cuando lo que necesita es exprimir sus recursos más allá de la Catedral y su entorno inmediato, porque vale la pena quedarse el tiempo necesario para conocerlo en su conjunto. Si no empezamos por ahí, difícilmente vamos a conseguir que quienes nos visiten estiren su permanencia en la ciudad, un objetivo hasta ahora inexplicablemente frustrado.