El fiscal y los vecinos del acusado de robar el Códice tienen claro que fue él quien se llevó sus cartas

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor SANTIAGO

SANTIAGO

SANDRA ALONSO

La defensa de Castiñeiras lo niega, pero sigue sin explicar cómo llegaron 600 misivas a la casa del exelectricista de la catedral

13 feb 2015 . Actualizado a las 13:33 h.

El segundo juicio contra el presunto ladrón del Códice Calixtino ha finalizado hoy en Santiago. El fiscal, Antonio Roma, y la acusación particular, que ejercen los vecinos del piso en el que vivía Manuel Fernández Castiñeiras en O Milladoiro (Ames), han mantenido su petición de penas por 162 delitos contra la intimidad al haberse apoderado de cerca de 600 cartas de las personas que vivían en el inmueble. En total, se expone a entre 4,5 y nueve años de cárcel, además de al pago de indemnizaciones a los afectados.

Tanto el ministerio público como el letrado de los más de veinte afectados que han decidido emprender acciones legales (otros no han querido hacerlo) tienen claro que fue Castiñeiras el que se apoderó de las cartas y cuentan para acreditar su acusación con una prueba de cargo de gran peso. Las cartas fueron halladas en el piso de Castiñeiras, tanto en la habitación que utilizaba a modo de despacho como en el trastero de la vivienda.

La defensa lo niega. No solo que fuese el exelectricista de la catedral el que cogiese las cartas, sino incluso que fuese él quien las llevase a su piso y ha insinuado en el juicio que pudieron habérselas colocado allí los policías que entraron en la vivienda en junio del 2012 para instalar micrófonos en el marco de la investigación por el robo del Códice. Una teoría que, además de escasamente creíble, el fiscal ha calificado como "inadmisible" porque pone en duda la honradez de la policía. Tampoco ecplican esas graves insinuaciones por qué entre la correspondencia intervenida había misivas del 2004, siete años antes de que el Calixtino fuese robado y que que Castiñeiras fuese investigado.

Ante lo desacertado de sus insinuaciones, la abogada de la defensa, Carmen Ventoso, ha querido en su informe final negar que hubiese acusado a la policía de haber colocado las cartas y que tan solo se limitó a poner de manifiesto que había "más gente" que tenía acceso al piso del acusado. Entre esa "gente" citó a la mujer y al hijo de Castiñeiras y a los agentes que entraron para colocar los micrófonos. Se olvidó, sin embargo, de que a preguntas de la acusación particular el propio presunto ladrón del Códice había afirmado que tenía claro que su mujer y su hijo no habían sido, por lo que tan solo quedaba la policía como, a su modo de ver, posible sospechosa.

Las acusaciones no tienen dudas de que la culpabilidad y mala fe de Castiñeiras y ambos incidieron en sus informes finales en que el delito es el mero apoderamiento de las cartas ajenas y que da por ello lo mismo si las cogió de los buzones o del tablón de anuncios del portal, así como si las abrió o no. En este sentido, hay que indicir en que según los testigos la mayoría sí estaban abiertas.

La defensa solicita la libre absolución, aunque en el caso de que el presunto ladrón del Códice fuese condenado por el robo de las cartas de sus vecinos pide que se tenga en cuenta el informe de su psicólogo, que aseguró que Castiñeiras padecía un síndrome de "acaparamiento compulsivo" y que, aunque distingue entre el bien y el mal, no es capaz de evitar el "coger cosas", un comentario que obvia que, como hizo ver la acusación particular e incluso la propia jueza, María Elena Fernández Currás, entre las cosas que presuntamente cogía están 2,4 millones de euros de la catedral de Santiago, el Códice Calixtino, diez facsímiles de este libro medieval, al margen de la correspondencia de sus vecinos. El caso ha quedado ya visto para sentencia.