Vecinos de Vista Alegre exigen al Concello que agilice las obras del barrio

SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Álvaro Ballesteros

Las calles Ribeira, Boiro y Rianxo están intransitables mientras se reinician los trabajos de demolición de las terrazas

24 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Las obras de mejora de la accesibilidad en las calles Boiro, Rianxo y Santa Uxía de Ribeira, que se liberan de las terrazas que cubren las vías del barrio de Vista Alegre, tenían que estar ya concluidas. Un cartel en la rúa de Santa Comba anuncia el plazo ya casi incumplido de siete meses y medio, un presupuesto de 1,2 millones de euros (992.307 de la UE y 248.076 del Concello) y un lema para la ejecución de los fondos Feder: «Unha maneira de facer Europa».

Pero a los vecinos del barrio no les gusta esta forma de ser europeos, hartos de unas obras que la empresa adjudicataria tuvo paradas y que han destrozado sus calles hasta el punto de hacerlas intransitables para vehículos y peatones. «Coas terrazas eramos terceiromundistas, e agora moito peor», dicen Josefina Quintás y Odilia Gómez, vecinas y comerciantes de la rúa Ribeira. «O que máis me amola é que digan que xa reiniciaron as obras, que veñan os do Concello aquí e vexan como está isto», dice la florista Fina, que hace un desastroso balance: los obreros de Ponciano Nieto desaparecieron el 19 de diciembre y se reiniciaron los trabajos de la subcontrata de Galicorte, que se encarga de demoler las viejas terrazas.

«Desde este lunes se está trabajando, pero para avanzar primero hay que hacer las demoliciones», explican en Ponciano Nieto, donde no entienden las quejas de los vecinos. Estos están indignados. Protestan por el retraso de las obras -lo que ha motivado un apercibimiento de sanción por parte del Concello a la adjudicataria- y la descoordinación y deficiente planificación de los trabajos. Consideran que se debería terminar una calle antes de levantar otra, y así sucesivamente, en vez de tenerlas todas destrozadas. La plaza de Álvaro Cunqueiro, también intransitable, es algo así como la «zona cero» y en ella se acumula la maquinaria, parada, cerca de carteles en vallas de obra prohibiendo aparcar a partir del 7 de enero.

«Aí vén outro... ¡pumba!»

Fina Quintás y Antonio García, también vecino de la calle Ribeira, explican que los coches escapan de la zona para no sufrir averías. «Aí vén outro... ¡pumba!», contabiliza la florista los coches que van cayendo en los monumentales socavones. El jueves echaron gravilla, que al paso de los coches se convirtió en metralla contra los cristales de los comercios, también embadurnados de barro salpicado. Ayer por la mañana volvió el camión de la gravilla que, a falta de otra maquinaria, un obrero iba pisando a pie firme sobre los baches. «E como o que ten fame e rasca a barriga», sentencia Fina.

Hay más efectos secundarios. Al abrirse un paréntesis entre la demolición de las terrazas y el remate de las zonas de las fachadas en las que estaban adosadas, las lluvias han provocado fuertes filtraciones de agua. «Viñeron arquitectos, aparelladores, moita xente... e dixeron que ía quedar perfecto», dice indignada Odilia Gómez señalando el techo y las paredes de su modesto ultramarinos rebosantes de agua.

Los vecinos no se quejan de las reformas en los inmuebles, con los flamantes ascensores exteriores, las fachadas recebadas y las nuevas ventanas, entre otras mejoras. «¿Os edificios?, unha marabilla», coinciden. Para eso cada vecino afronta una inversión subvencionada de casi 24.000 euros. Lo que no admiten son las obras en su opinión caóticas. Tampoco aceptan que el Concello imponga aspectos del proyecto que no les gustan y que, consideran, son fáciles de cambiar. Por ejemplo, las luminarias colgadas sobre la calle con cables sujetos a las fachadas de las viviendas: «Arranxamos as fachadas para que non haxa filtracións e despois as perforan para suxeitar os cables, así non o queremos porque entrará humidade, pero o único que nos din é que así está no proxecto».