«O falecido puido ser o meu neno»

x. r. santiago / la voz

SANTIAGO

SANDRA ALONSO

Los vecinos se muestran conmocionados porque sus hijos jugaban en el mismo parque

17 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El barrio de Guadalupe se está recuperando de la conmoción provocada por la muerte de la niña Anna Nieto en el peor colofón que han tenido los festejos de la zona. El «puido ser o meu» es algo que todavía bulle en muchas mentes del barrio, en donde decenas de familias dejan habitualmente a sus niños en el escenario de la tragedia. Y más de un residente apoyó el brazo en la farola maldita. Ayer al mediodía varios vecinos transitaban por el parque Pablo Iglesias, como suelen hacer a diario, algunos paseando a sus perros. Los canes han tenido su protagonismo en esta historia infeliz.

Rita, una anciana de 80 años, sostiene la cuerda de su chucho, uno de los animales que pudo probar los calambres eléctricos de las farolas. No fue ella, sino su cuñada, la que vivió el percance. «Hai cans por aquí aos que lles pasou a corrente, segundo me contan», dice. Ella estuvo en la fiesta y se marchó temprano. «Estou maior para as festas. A orquestra seica era boa, pero non me gustou. Eu xa non bailo. Dende que quedei viúva non me quedaron ganas». Como muchos vecinos, se enteró al día siguiente de lo acontecido con la niña: «A xente está moi apesarada».

Fernando tira también de su perro. No vivió la tragedia ni podría hacerlo, ya que los festejos le pillan lejos. Y es lógico: «El palco está al lado de mi casa y dos noches de música pueden minar mi salud». Llega un vecino damnificado por el estado de las farolas, José, y entabla un diálogo con Fernando. «Desde hace 40 años no se tocó lo de la luz aquí. Que el Concello diga lo que quiera, pero esto no está en condiciones. El problema es el mantenimiento», arguye Fernando, que sin embargo elogia el área verde y el buen cuidado del césped. «Porque hai ese edificio aí diante», puntualiza José dirigiendo su mirada hacia la Xunta. «Pero es más importante la seguridad que el césped. El fallecido pudo ser cualquier niño de aquí», agrega Fernando.

Fuerte sacudida

El mismo José tuvo boletos. «Eu estaba agarrado á farola da praciña esperando pola muller e sufrín unha forte sacudida. Non me daba despegado e rebentou unha bombilla de arriba. Curiosamente, cando estalou, quedei liberado. A miña muller berraba que me pasaba e a min puxéronseme os pelos de punta». ¿Qué hizo luego? «Puxen uns palés arredor para que non fosen os nenos».

A unos treinta metros de la conversación emerge sobre una base floreada la farola fatídica. «Mire, catorce rosas para catorce anos», dice alguien que discurre por la senda adyacente. Efectivamente, catorce rosas blancas marcan el angelical recuerdo, junto a una corona de flores rodeando el poste eléctrico. El fúnebre monumento está solo, rosaliano. En lo alto de la farola, bajo el globo, reza el letrero «Cans non». Y ahí todos los bichos debieron hacerle caso. El globo lechoso exhibe su mugrienta redondez. Como todos.

La víctima del mortal percance es una chiquilla que seguramente vino, como muchos jóvenes, atraída por la orquesta El Combo Dominicano, un auténtico imán que ha convertido, como Panorama y alguna otra, las verbenas en masivas concentraciones juveniles. «Lo que me parece increíble es que al chico que iba con ella no le pasase nada, porque tocó la farola», dice una señora.

En las inmediaciones de la pista deportiva dos operarios de Ferrovial, uno abajo y otro en la parte elevada, trabajan en la reparación de una farola. «Estámoslle repoñendo o globo, porque estalou», dice uno de ellos. ¿Alguna más? «Si, reparamos outra que estaba rota». ¿Implicaba riesgos? «Non, non, podía supoñer simplemente un calambrazo». ¿Y la farola del accidente? «Iso está solucionado. A policía científica xa o mirou». Es de suponer que no van a opinar sobre el suceso: «Non, non».

Hacia allí se dirige una señora mayor: «Me fui a las diez para cama y me enteré al día siguiente por la radio. Es una desgracia lo que ocurrió», señala. Cuando supo lo ocurrido, le vino a la cabeza la niña que vive en el piso de abajo: «Tiene también catorce años». La señora remite al redactor a Rita, una vecina, y se va.

En el escenario del baile no quedan apenas vestigios que delaten la fiesta, salvo algunas bombillas junto a la iglesia y restos de banderolas bajo las ramas de un árbol. Frente a la capilla hay una añeja tienda de alimentación atendida por una pareja de propietarios. «A xente comenta moito o tema, pero niso tedes moito que ver vós», dice el dueño.

La señora cuenta que ella se apoyó a menudo en esa farola yendo con los niños: «Eu tiña o costume de facelo, aínda que de día, non de noite. Nunca me pasou nada». Todo en la vida tiene remedio, menos la muerte, y el tendero recuerda que en Compostela hay farolas con cables a la vista. Es la ocasión de ponerle coto a esos casos.

Imagen terrible

El bar Fisterra estaba lleno de gente en la jornada festiva de Guadalupe. Y, sin embargo, la clientela fue ajena a la trascendencia del suceso. Alguien a la una comentó que una niña había recibido una descarga de corriente, pero no se intuyó la tragedia. Cuenta la dueña del bar que solo a las cuatro de la madrugada pudo conocer la magnitud de la desgracia. Contribuyó a que no se elevasen los rumores el hecho de que la niña no fuese residente del barrio, según opinan en el establecimiento.

«La gente está muy conmocionada porque es un parque infantil en donde juegan los niños, y las familias piensan que el accidente pudo ocurrirles a ellos», comenta Beatriz, que atiende la farmacia del barrio. Su propio hijo estuvo jugando en ese parque. Agrega que «uno nunca piensa que una farola puede matar a alguien, pero ocurre. Fue horrible».

La fiesta atrajo a «muchísima» gente, y Beatriz está convencida de que la orquesta ha tenido mucho que ver en ello. Pero junto a una juventud sana, atrajo también a gente menos recomendable cuya huella quedó en un césped abarrotado de restos, señala Enrique Castro, directivo de la comisión de fiestas. «Cando nos chamaron acudín eu e outros compoñentes da comisión e estaba a rapaza tirada no chan». Cuando la chica falleció, ordenaron la suspensión inmediata de la verbena. Recalca que el percance mortal ocurrió fuera del recinto festivo. Pero la tragedia le marcó: «Levo dúas noites sen durmir. Teño metida na cabeza a visión da nena deitada alí, unha imaxe terrible para min». Dice que no va a seguir en la organización de las fiestas.

Ecos de una tragedia en el escenario

«Desde hace cuarenta años no se tocaron las farolas de este parque. Falla el mantenimiento»

Fernando

«Esperei á miña muller agarrado a unha farola da praciña e sufrín unha sacudida»

José

«A visión da rapaza no chan é unha imaxe terrible para min. Levo dúas noites sen durmir»

Enrique

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