Un espectáculo piromusical y el soul de Juan Perro escriben el epílogo del Apóstolo

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Pirotecnia Penide disparó 4.000 artificios e iluminó con LEDs la escalinata del campus

01 ago 2014 . Actualizado a las 12:16 h.

El cielo compostelano volvió a brillar al compás de cuatro mil artificios. El tradicional espectáculo piromusical que cada año escribe el epílogo de las Festas do Apóstolo corrió esta vez a cargo de la empresa de Ponte Ulla (Vedra) Pirotecnia Penide, que empleó 560 kilos de materia explosiva para esta traca final. Centenares de personas se congregaron en el Campus Vida para ver el montaje, que duró poco más de un cuarto de hora y comenzó pasadas las 23.30 horas.

Cuando esto sucedía, tocaba ya los últimos acordes en la praza da Quintana Santiago Auserón, conocido musicalmente como Juan Perro, que ofreció su versión más soul, influenciada por ritmos afroamericanos, latinos e hispanos. Actuó acompañado por los bailes de La Zarabanda y una decena de músicos para despedir los conciertos del Apóstolo. Mientras tanto, una canción de Metallica con la Filarmónica de San Francisco rompió el murmullo de la noche en el campus. En ese momento la escalinata que sube hasta el mirador cobró luz con pequeñísimos LEDs que la tiñeron de amarillo, guiando las miradas por el resplandeciente paseo hacia una cúpula celeste multicolor. Los fuegos continuaron su ascenso, disparados uno tras otro junto a la estatua de Rosalía de Castro, que vio inmutable como destelleaban al ritmo de melodías tan reconocibles como Carusso, la ópera de Carmina Burana o los temas principales de la banda sonora de El último mohicano o 1492 : La conquista del paraíso. Incluso Prince tuvo su momento de protagonismo en el espectáculo piromusical.

En esta parte central, los LEDs colorearon la escalinata de un tono blanquecino. Y, para finalizar, adquirió el tono de la realeza, el poder y la nobleza. Los peldaños púrpuras retumbaron bajo una última secuencia digital, en la que un volcán de colores centelleantes en forma de abanicos rubricó la obra crepuscular de las fiestas en Compostela.