Mamés Garfias López: «Llevo 30 años trabajando en la noche y nunca la vi tan muerta»

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

SANDRA ALONSO

Empezó de disyóquey en Santiago con 18 años y continúa en activo

15 may 2014 . Actualizado a las 15:37 h.

Es el ojo de halcón que todo lo ve desde las alturas. Mamés Garfias lleva trabajando en la noche compostelana como disyóquey hace cerca de 30 años. Desde su cabina ha visto cómo nacían parejas y cómo se separaban algunas de ellas a guantazo limpio, días en los que no cabía un alma en la pista y otros en los que apenas había rastro humano. Asegura que en todo este tiempo no ha visto la vida nocturna compostelana tan muerta como en los últimos tiempos. «Antes había muchísima más gente, un martes abrías y era raro que bajara de las 300 personas y hoy no llega a la tercera parte; mucho más ahora, en época de exámenes para los universitarios», explica. «Además, si antes bebían cinco copas ahora se piden una cerveza», añade.

Aunque todo el que se movió alguna vez en la noche santiaguesa conoce a Mamés, pocos saben que estudió Empresariales (aunque lo dejó al tercer año) o que su primer vinilo lo puso «casi de broma» en la difunta discoteca Clangor, cuando sonaba Katrina and The Waves y su I'm walking on sunshine. Sin embargo, donde se matriculó y sigue haciendo carrera es en Apolo.

«Era amigo del pincha, de Fran. Él fue quién me enseñó cuando tendría unos 18 años», relata, y allí estuvo pinchando durante más de medio decenio. «Tenía una bronca con mis padres... No querían que bajara por las noches. Me mandaban que llegara a la una a casa y, claro, nunca entraba a esa hora», continúa. Pronto dieron por perdida esta batalla y el compostelano, que creció en la rúa da Caldeirería, acabó compaginando la cabina de Santiago del Estero con una en Noia. Luego comenzó en Liberty, donde estuvo 21 años. Allí llegó a turnarse con el otro disyóquey (un profesor de gimnasia que se decantó por la docencia) para trabajar en otros dos concellos a la vez, en A Estrada y Santa Cruz de Rivadulla.

Finada la discoteca de Alfredo Brañas, Mamés regresó al lugar donde todo comenzó y desde el pasado mes de enero vuelve a ser el amo y señor de la música que suena en Apolo a sus 45 años. «No me planteo dejarlo, me gusta demasiado la noche», afirma con rotundidad, aunque reconoce que la profesión acaba pasando factura en el plano sentimental. «¡Claro que influye a la hora de tener pareja! No tienes festivos ni noches para ti», señala, «además, yo soy muy golfo», asevera, con lo que no ha llegado a tener mujer ni hijos.

Pese a moverse entre universitarios dice no sentirse fuera de lugar: «¡yo soy mucho peor que ellos!». «A los horarios acabas acostumbrándote con el tiempo, yo no duermo más de tres o cuatro horas diarias», indica, y pese a la tralla que lleva metiéndole al cuerpo desde hace años nunca tuvo que coger una baja. Es más, mantiene que nunca ha ido al médico o al dentista «porque no lo he necesitado», a pesar de que «odio el deporte», «como todo lo que dicen que no se puede comer» y «fumo tres cajetillas diarias». Lo único que ha dejado es el alcohol, desde hace cosa de un año, y lo que le gustaría abandonar es el «panchangueo». Lleva años diciéndolo, pero parece una misión imposible cuando en una misma noche te piden ocho veces la última de Enrique Iglesias.

Mamés Garfias López

45 años

Disyóquey

Elige la calle Santiago del Estero. Allí reside y empezó como pinchadiscos hace cerca de 30 años, en la discoteca Apolo, a la que regresó el pasado mes de enero.