Una joya única y semidesconocida, situada al pie del Camino Portugués

SANTIAGO

MERCE ARES

En Faramello, a 12 kilómetros de Santiago, se localiza un pazo digno de visitar, que esconde la primera fábrica de papel de Galicia. Su historia la empezó a escribir un experegrino genovés

16 abr 2014 . Actualizado a las 21:58 h.

Invisible para muchos peregrinos del Camino Portugués se encuentra el pazo do Faramello, una auténtica joya de Galicia digna de ser visitada. El recinto, ubicado entre los Ayuntamientos de Rois y Teo y distante en 12 kilómetros de Santiago, abrió al público hace ahora un año, tiempo en el que ha logrado consolidarse como el tercer pazo más visitado de Galicia. Con un entorno natural de excepción, levantado en el corazón de una frondosa fraga y sobre el cañón del río Tinto, los caminantes podrán conocer este testigo directo de la historia reciente de Galicia sin necesidad de desviarse de la vía milenaria, que pasa a sus pies. Sus orígenes guardan, además, un reconocido pasado jacobeo. Su fundador fue un italiano que en 1710 culminó el Camino de Santiago y, llegado a Compostela, se enamoró de una santiaguesa. Tras un breve regreso al país transalpino, se instaló definitivamente en este lugar situado en el corazón de la comarca do Sar.

Orígenes y auge del pazo

El experegrino Bartolomé Piombino (el marqués de Piombino), de origen genovés, pidió en ese año una licencia para instalar en el paraje una fábrica de papel, industria que ya despuntaba en Italia, y que se convertiría cuatro años más tarde, en 1714 (hace ahora trescientos años), en la primera de Galicia. Del país azzurro se trajo a 15 operarios, uno de los cuales se convertiría más tarde en el padre de José Gambino, uno de los escultores barrocos más reconocidos de la comunidad, que dejó huella en la propia catedral de Santiago, y que nacería en el propio pazo.

Al albur de la fábrica, que se mantuvo en funcionamiento durante casi 200 años y de la que, en la actualidad, se pueden visitar los antiguos molinos, se levantó un pazo de estilo barroco compostelano -uno de los pocos de la comunidad que suman a su condición nobiliaria la industrial- y, junto a él, se instalaron once casas, en lo que pasó a ser una pequeña aldea. El recinto creció poco a poco en esplendor, y se convirtió en un bastión militar y político, del que se conservan numerosas referencias históricas y literarias. Durante las revueltas contra las tropas francesas de principios del siglo XIX (1808), el pazo albergó un arsenal. El que era su dueño por aquel entonces murió en una reyerta tras haber escapado del recinto. En honor a ello, a sus descendientes se les concedió un privilegio real, el de poder acceder a la catedral de Santiago montado a caballo. Los arreos de las monturas aún se pueden contemplar en el interior del pazo.

Llegado el siglo XX, el inmueble cobra nuevo protagonismo. Durante dos veranos sirvió de residencia estival al rey Alfonso XIII (lo que llevó a recibir el sobrenombre del Balmoral del Sar), y, años más tarde, se convertiría en uno de los escenarios de la conocida novela La Casa de la Troya, de Alejandro Pérez Lujín, en la que se recrea la vida universitaria compostelana de finales del siglo XIX. El pazo al que los protagonistas tienen que ir a rescatar a Carmiña, novia del personaje principal, es el pazo de Faramello.

Durante la dictadura de Franco, el recinto se convirtió en una especie de «Estoril» gallego, un reducto monárquico frente al régimen, con presencia constante entre sus muros de defensores de la reinstauración borbónica. Ya en democracia, y tras años cerrado y oculto al público, es desde el 2013 cuando los peregrinos y visitantes pueden recordar su vasta historia.

Gonzalo Rivero de Aguilar, uno de los tres hermanos que heredaron el pazo y el único que se dedica por completo a su cuidado, mantenimiento, promoción y difusión, ejerce de guía de las visitas. Durante hora y media los interesados podrán conocer el inmueble, que atesora en su interior diversas joyas artísticas y de arte sacro, y, en su exterior, dos reconocidos cruceiros y la capilla del pazo (1727), con un retablo de madera realizado por Gambino. Como otras estancias destacadas se localizan, además de la antigua fábrica de papel -de la que aún se conserva parte de la edificación-, terrazas con varios ejemplares de bonsais, jardines de estilo francés del siglo XIX, un molino industrial, estanques, canales, pozas naturales y hasta una de las primeras presas industriales gallegas.

Los visitantes también podrán recorrer parte de su amplia superficie natural, que recoge 66 árboles senlleiras (destacadas) de Galicia, entre las que destacan ejemplares centenarios, el robledal más alto de todo el Camino de Santiago o el acebo que incorpora en su escudo el vecino Ayuntamiento de Rois. Del lado del río discurre, además, el sendero primitivo del Camino Portugués, el que recorrían antaño los peregrinos, hasta que fueron desviados, hace ya 30 años, por la carretera N-550, sendero histórico que varias asociaciones buscan recuperar.

A la salida del pazo, se localiza también una piedra tradicional de meditación del Camino (conocida por su forma como «As tetas da posadera») y, ya fuera del recinto, el Castro Lupario, el que llegó a ser uno de los más importantes asentamientos castreños de la comarca compostelana, ahora desmantalado. Lugar clásico en el ideario jacobeo, fue aquí, según la leyenda, donde los discípulos del Apóstol pidieron a la reina Lupa un carro para trasladar el cadáver del apóstol Santiago.

Visitas

Desde el mes de marzo y hasta finales de noviembre el pazo se puede visitar todos los sábados y domingos a las 12.00 horas. Pero, además, y para abrir la estancia a los caminantes, los peregrinos podrán llamar con antelación y reservar visita cualquier día de la semana. El precio para los turistas es de 8 euros (incluye copa de vino) y, para los caminantes, de 5. Más información: http://www.pazofaramello.com/