De la tiza al lápiz electrónico

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Benito Iglesias lleva décadas viviendo en Santiago, aunque nació en una pequeña aldea del rural de Silleda (Pontevedra). En su clase había 63 alumnos, de entre 7 y 14 años, el castigo físico era algo habitual y trabajaban con un pizarrín, tiza y un solo libro que englobaba todas las asignaturas.
Benito Iglesias lleva décadas viviendo en Santiago, aunque nació en una pequeña aldea del rural de Silleda (Pontevedra). En su clase había 63 alumnos, de entre 7 y 14 años, el castigo físico era algo habitual y trabajaban con un pizarrín, tiza y un solo libro que englobaba todas las asignaturas. SANDRA ALONSO

Tres generaciones, la de la dictadura, la EGB y la actual, reviven su etapa escolar en las clases que recrea en Compostela el Museo Pedagóxico de Galicia

10 feb 2014 . Actualizado a las 15:16 h.

Tienen 67, 39 y 7 años y las aulas en las que estudiaron en nada se parecen. Benito Iglesias Louzao fue a la escuela de la dictadura. Una imagen de Franco y una bandera rojigualda con el aguilucho presidían su clase. El cuadro se cambió con la democracia por el de don Juan Carlos y doña Sofía, quienes asistieron a cada lección que recibió su hijo, Javier. Él cambió la tiza que utilizaba su padre por el boli Bic y los rotuladores Carioca, los verdaderos reyes de la EGB. Su hija mayor, Laura, nunca vio delante un pizarrín como el que empleaba su abuelo. «¿Cómo se usa eso?», le pregunta intrigada. Ella y su hermano menor Pedro, de 4 años, solo conocen la pizarra digital, para la que no hay tizas que valgan. Los niños de ahora aprenden con bolígrafo electrónico.

Sin embargo hay un espacio en Santiago ciudad en donde los dos pequeños pueden ver con sus propios ojos cómo fueron las clases en las que estudiaban sus mayores. El Museo Pedagóxico de Galicia (Mupega) muestra distintas recreaciones de las aulas de ayer, desde una escuela de ferrado -pasando por la etapa republicana y franquista- hasta las que surgieron tras la reforma que supuso la Lei Xeral de Educación de 1970. Los paneles explicativos hacen un recorrido histórico por la evolución de las aulas y los planes de estudio, pero nada mejor que un relato en primera persona del abuelo Benito o de papá.

Benito Iglesias lleva décadas viviendo en Santiago, aunque nació en una pequeña aldea del rural de Silleda (Pontevedra). «Eramos 63 alumnos na clase, dende os 7 hasta os 14 anos, todos xuntos», explica. En su escuela se aplicaba la vara a los niños que se portaban mal. Aunque «era peor o de estar encima da silla cun libro grande na cabeza. Iso rebéntate», recuerda. El castigo físico era algo normal en las aulas de la dictadura, en donde un mismo manual recogía todas las materias: historia sagrada, lengua española, geografía, geometría, historia de España, ciencias de la naturaleza, formación político y social,... Aunque de lo que no se olvida Benito es de los largos caminos a pie hasta la escuela. En su caso, tres kilómetros de trayecto que tenía que recorrer cuatro veces al día, «cruzando congostras» y un río, «co medo no corpo por se aparecía o lobo».

Benito Iglesias y su hijo, Javier (en la foto), volvieron a las clases de su infancia visitando los espacios que reproduce el centro de San Lázaro
Benito Iglesias y su hijo, Javier (en la foto), volvieron a las clases de su infancia visitando los espacios que reproduce el centro de San Lázaro SANDRA ALONSO

Su hijo Javier estudió la EGB en el colegio La Salle de Santiago, en donde pasó 14 años de su vida (más del doble que su padre). En su clase eran 42 y su aula «era prácticamente igual» que la que recrea el Mupega en la segunda planta, con accesorios incluidos y las canciones de Los payasos de la tele o Verano Azul de fondo. Desde el diccionario Sopena, hasta los lápices Alpino. Recuerda también los estuches de colores «que venían siempre con una lupa que nunca llegabas a utilizar», los trabajos hechos a mano «con portada incluida» y los Bic, cuando aún no tenían la tapa agujereada (un cambio que se incluyó posteriormente para mayor seguridad). Esos a los que Javier y toda una generación le sacó doble partido jugando a «los cagotes». «El primer ordenador llegó al colegio cuando yo estaba en segundo de BUP, era un IBM 286 y funcionaba con MS-DOS, y el inglés lo empecé con 11 años», indica.

Laura y Pedro añaden las nuevas tecnologías entre sus juegos favoritos.
Laura y Pedro añaden las nuevas tecnologías entre sus juegos favoritos. SANDRA ALONSO

Hoy sus hijos, Laura y Pedro, lo aprenden tanto en su centro escolar, Ramón Cabanillas, como en clases particulares. Tienen una jornada continua y son poco más de 20 en clase. Las tablets son uno de sus entretenimientos favoritos y el lobo que atemorizaba a su abuelo camino al colegio se lo comen ellos por Navidades.

Viaje al pasado: Un taller y patio para interaccionar

El Mupega incluye en sus instalaciones un aula de los años 40 a 70 abierta al público en donde pequeños y mayores pueden interaccionar con los elementos: sentarse en los pupitres, escribir con pizarrillo o pluma, leer los libros de antes (en los que aún no figuraban las fronteras del Estado de Israel) o descubrir los secretos que albergan los distintos armarios y una misteriosa maleta encaramada sobre uno de ellos. Se trata de un espacio que traslada al pasado, un DeLorean en el que regresar a las escuelas de antes. Parece que se detuvo el tiempo en cada una de esas clases, como en el reloj de péndulo que cuelga de una de las paredes del taller, cuya aguja ha dejado de moverse. Además, el museo dispone de un patio exterior, también abierto para los visitantes, que muestra los juegos tradicionales que amenizaban los recreos (la mariola, el parchís y muchos otros). La entrada al centro es gratuita y está abierto de martes a sábados en horario de mañana y tarde.