nacho.miras@lavoz.es
Europeísta convencido, en el semanario El Mortero se refieren a Navalón como «el sabio oculto». Además de revolucionar la pedagogía de la discapacidad, patentó inventos como el Zonógrafo, el Astronógrafo y un planímetro, aparatos premiados con la medalla de oro en la Exposición Regional de Lugo en 1896 que facilitaron a sordos y ciegos acceder a unos conocimientos que, hasta entonces, les estaban vetados. Su institución se convirtió en un referente europeo.
¿Y cómo alguien así ni siquiera tiene una calle? Muy sencillo, porque en López Navalón confluían tres de las circunstancias que más irritaban al individuo que, durante cuarenta años, rigió el destino de España con la punta de la pistola: era republicano convencido, masón -miembro secreto de la Logia de la Luz Compostelana, tal como ha investigado Alberto Valín- y, muy posiblemente, protestante, ya que su nombre en la hermandad masona era Lutero.
Recuerdo ninguneado
Con semejante expediente no es de extrañar que el franquismo ningunease incluso su recuerdo. Su sabiduría pervive, sin embargo, en el centro de educación especial que lleva su nombre, con sede en el antiguo convento de los combonianos de San Paio do Monte desde el curso 85-86. La actual directora del centro, Fátima García, explica que algunas de sus ideas se llevaron a la Exposición Industrial de París de 1867. Y que trabajos realizados en el centro, junto a otros del Colegio Nacional de Sordomudos y Ciegos, viajaron a las exposiciones universales de Chicago, en 1893, o París (1900). Da además un detalle sobre su personalidad: «En 1897 fue propuesto para la Orden de Isabel la Católica, pero la rechazó y se atribuyó el gesto a una muestra de humildad; hoy sabemos que aquella distinción no podría haber sido aceptada, por lo que representaba, por un republicano, masón y protestante». El año que viene, cuando la institución cumpla siglo y medio, sería un buen momento para hacer justicia con un hombre bueno y generoso.