La defensa de Manuel Fernández Castiñeiras había solicitado en varias ocasiones su libertad. Hasta ahora había sido siempre rechazada, primero porque aún se estaban recabando pruebas para la instrucción del caso y después porque se descubrió que el ladrón del famoso libro tenía un arma de fuego y era tirador, por lo que se le mantuvo en prisión porque se temía por la vida del exdeán de la catedral de Santiago, José María Díaz, al que Castiñeiras había manifestado que quería vengarse de él por una disputa laboral que ambos mantuvieron cuando el acusado trabajaba como electricista del templo.