La lucha contra el déficit conduce de nuevo a la recesiónUn maratón, no un sprint

?Juan Manuel Quinzá y Fernando Agulló

SANTIAGO

? La inversión pública en infraestructuras, educación, sanidad, energías limpias e I+D permite recuperar más de lo que se gasta ? La Unión Europea debe habilitar fondos de crecimiento para los países miembros con problemas

29 ene 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

Los gastos de inversión mejoran la sostenibilidad fiscal al reducir el peso de la deuda en relación con el PIB

Imaginemos que se ha producido un accidente múltiple en la autopista y que, cuando llegan las ambulancias a socorrer a los accidentados, en lugar de aplicar las técnicas prescritas por los protocolos de primeros auxilios, el personal sanitario toma la decisión, tras estudiar la historia clínica de cada accidentado, de aplicarles a todos ellos la terapia que en una intervención hospitalaria convencional sería la adecuada a la dolencia del que menos daños hubiese sufrido en el accidente. Medida inadecuada cuando lo que está prescrito para este caso consiste en valorar a los accidentados y aplicar las técnicas de primeros auxilios; incluso, de forma inmediata, la resucitación cardio-pulmonar (RCP) cuando el accidentado no tenga pulso.

Si no actuasen así y lo hiciesen, como hemos imaginado, con terapias que tratan de curar los males crónicos que, aun siendo graves, no comprometen sus vidas de forma inminente, tal forma de proceder agravaría la situación. Pues bien, algo similar nos está ocurriendo en el ámbito económico, ya que la manera de afrontar la gravedad de la situación nos está abocando a otra dura recesión.

Como preveían todos los expertos, el PIB español ha caído un 0,3% en el último trimestre de 2011 (el dato está pendiente de confirmar por el INE) y el Banco de España, el FMI y los servicios de estudios de diversos organismos privados pronostican que el PIB bajará entre un 1,5% y un 2% este año y apenas crecerá en el próximo.

Esta caída es consecuencia de una política económica equivocada, basada en un recorte excesivo del gasto de las administraciones públicas, tanto en lo que respecta a gastos sociales como a inversiones en infraestructuras.

El enorme ajuste fiscal que tiene que hacer España para reducir en un solo año el déficit público a casi la mitad (del 8,1% al 4,4%) está provocando una recesión muy profunda, ocasionada por la caída del gasto público, del consumo privado y de la inversión empresarial. Y lo que es peor, la nueva recesión va a provocar un aumento del número de parados en medio millón más, hasta alcanzar los 5.500.000 (el 23,3% de la población activa).

¿HAY OTRA ALTERNATIVA?

Todo esto lleva a preguntarnos si hay otra respuesta a la crisis distinta a la basada en el fuerte recorte de gastos. En nuestra opinión sí existe otra alternativa, que pasa por mantener la inversión pública en infraestructuras, educación, sanidad, energías limpias e I+D. Invertir en esas materias permite recuperar mucho más de lo que se gasta. Tales gastos de inversión mejoran la sostenibilidad fiscal al reducir el peso de la deuda pública en relación con el PIB. Téngase en cuenta que, por cada euro que invierte el Estado, la economía genera un euro y medio.

Incluso en una situación como la actual de fuertes restricciones fiscales hay margen para estimular la economía reorientando los programas de actuación sobre tres pilares fundamentales: los ingresos, los gastos y la financiación. Veamos de qué manera en cada uno de ellos.

LOS INGRESOS

En cuanto a los ingresos hay que decir que la subida de impuestos resulta menos contractiva de la demanda que los recortes del gasto, ya que todo lo recaudado por el Estado se gastará en consumo o inversión, mientras que una parte del dinero en manos privadas se destinará al consumo, pero otra parte irá al ahorro. En este sentido consideramos acertada la subida del IRPF, debido a la progresividad del impuesto. Esto supone que un mayor gravamen sobre las rentas más elevadas deprime menos la economía que si el tributo penalizase a las más bajas. Por una razón simple: aquellas tienden a gastar un porcentaje inferior de su renta, mientras que las familias con menos ingresos gastan toda su renta porque la precisan para sobrevivir. Bien es verdad también que, con la subida aprobada, se penalizan las rentas del trabajo, que son las que mayoritariamente pagan este impuesto, y que no son los que más tienen.

Por eso sería necesario complementar el aumento del IRPF con una reestructuración y potenciación del impuesto sobre el patrimonio para gravar las grandes fortunas, la recuperación del impuesto de sucesiones y donaciones, y la modificación del impuesto de sociedades (todo ello coordinado con el resto de los países de la UE), aumentando los tipos a las grandes empresas con elevados beneficios que no creen empleo y bajándoselo a las que lo creen. Los países que han mantenido un sistema tributario fuerte y potente, y que por tanto han tenido que recurrir menos a financiarse con deuda pública en los mercados, están haciendo frente a la crisis mejor que el resto. Este es el caso de países como Canadá, Finlandia, Suecia o Australia.

El resto de los países desarrollados, entre ellos España, están sometidos a la dictadura de la deuda que financian unos mercados que impiden usar correctamente los recursos, al exigir recortes brutales en los gastos.

Entendemos que se debe adoptar una política fiscal que, además de progresiva, equilibre los esfuerzos, aumentando la fiscalidad de las rentas del capital por razones de equidad contributiva y favorezca una redistribución de la renta y la riqueza mucho más justa, que luche eficazmente contra el fraude fiscal, y no una simple operación cosmética y publicitaria como la que se viene realizando últimamente. Técnicos del Ministerio de Hacienda han calculado que podrían haberse obtenido fácilmente 38.000 millones de euros corrigiendo algunas de las iniquidades más evidentes de la política fiscal. Todo lo cual nos haría menos dependientes de la financiación de los mercados.

LOS GASTOS

En cuanto a los gastos, dando por descontado la necesidad de recortar los superfluos e innecesarios, se pueden reorientar hacia los que tienen efectos multiplicadores más elevados. Hay inversiones que estimulan la economía mucho más que otras, como el gasto en educación, sanidad o servicios sociales.

Una red de gasto social adecuado reduce el impacto de la crisis económica. Un adecuado seguro de desempleo, y seguros de acceso a necesidades básicas como la medicina, independientemente de la situación financiera, son elementos básicos para un sistema efectivo.

Permitir el sufrimiento de capas de la población a causa de una crisis que no han generado no es solo un error y una injusticia social, sino que puede magnificarla seriamente y alargar la recesión. Aquellos que en Europa abogan por tirar por la borda importantes beneficios sociales en el nombre de la consolidación fiscal a corto plazo están minando las posibilidades de recuperación, como se pone de manifiesto con la situación en la que nos encontramos.

LA FINANCIACIÓN

El ajuste fiscal debe ser complementado con una adecuada política monetaria. Ello exige que la Unión Europea juegue de una vez por todas un papel determinante con respecto a los mercados financieros, tanto para reconducirlos como para poner límites a las consecuencias que se producen cuando fallan o se vuelven excesivamente volátiles, perjudicando a la economía real.

Esto lo puede hacer a través del BCE, cambiando el objetivo único y equivocado de lucha exclusiva contra la inflación, cuando ahora mismo no es este el problema, sino la inestabilidad financiera, el crecimiento y el desempleo. El BCE, dirigido y controlado por Alemania, esta aferrado a un mandato erróneo, ya que no es suficiente con hacer compras selectivas de deuda soberana de países con problemas, como España o Italia, sino que debe actuar como un auténtico banco central con las mismas potestades que la Reserva Federal estadounidense o el Banco de Inglaterra. Esto haría que se acabara con la especulación de los mercados y que el crédito pudiera empezara a fluir hacia las pymes, permitiendo a la economía productiva volver a la senda del crecimiento

La Unión Europea debería habilitar, además, fondos de crecimiento para los países miembros con problemas. Un mecanismo similar al Fondo de Cohesión que en su momento se constituyó para acercar a los nuevos países miembros de la Unión cuyas economías se encontraban por debajo de la media a los países más ricos.

CONCLUSION: OTRA RESPUESTA

Por tanto, se puede concluir que sí hay otra respuesta a la crisis distinta a la de los fuertes recortes de gasto que están llevando a Europa y a España a una segunda recesión. Esa respuesta consiste en que tanto la Unión Europea como España deben estimular el crecimiento, manteniendo los gastos sociales y las inversiones en infraestructuras y compensando estos gastos con un ajuste fiscal por parte de los ingresos, fotaleciendo y consolidando el sistema tributario. Es preciso acabar con la dictadura de los mercados que, como prestamistas de los gobiernos, están impidiendo con sus exigencias un uso correcto y racional de los recursos, lo cual esta cercenando el Estado del bienestar que con tanto esfuerzo se construyó en Europa en la segunda mitad del siglo XX.

En este sentido resulta esperanzador que el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, no oculte sus deseos de que la Comisión Europea opte por un escenario más realista (aunque esta opinión al parecer no es compartida por el ministro de Economía, Luis de Guindos), es decir, que atenúe la velocidad del ajuste, algo que también reclamaba el candidato socialista a la Presidencia del Gobierno en las últimas elecciones generales. El propio FMI, organismo nada proclive a que se mantengan los derechos sociales en los distintos países miembros de esta organización, habla de suavizar los ajustes ante las previsiones de recesión, así como del posible incumplimiento del compromiso de déficit por parte del Gobierno debido a la previsible menor recaudación impositiva que se deriva de la caída de actividad.

Ojalá, como Saulo de Tarso, Angela Merkel, caiga del caballo y se convierta en defensora del crecimiento y del empleo, por encima de la austeridad y la estabilidad de precios. En caso contrario, por principios democráticos, deberíamos poder votar en Alemania.

El propio FMI, nada proclive a conservar derechos sociales, habla de suavizar el ritmo del ajuste ante la recesión

El asesor económico del FMI Olivier Blanchard, encargado de explicar las previsiones económicas de su institución que afirman que nuestro país no cumplirá los objetivos de déficit ni en el 2012 ni en el 2013, ha resumido en una frase afortunada la sustancia del problema: el camino español hacia la convergencia y el cumplimiento del pacto de estabilidad «es un maratón, no un sprint». Lo importante es, pues, la tendencia que permita asegurar el cumplimiento de un objetivo a medio plazo, no los esfuerzos ímprobos que puedan tener un efecto contrario al deseado.

Como ha explicado en La Vanguardia Ángel Laborda, director de coyuntura de Funcas, «las previsiones del FMI se realizan sobre la hipótesis de que no haya cambios en las políticas económicas de los gobiernos y solo tienen en cuenta las medias y reformas ya adoptadas; después, extrapolan el comportamiento inercial de la economía y realizan sus cálculos». Quiere decirse que cuando el FMI pronostica que el déficit real español será del 6,8% a finales del 2012 y del 6,3% al término del 2013, ello significa que, con el ajuste ya adoptado, y sin haber aplicado aún las reformas que se prevén, estaríamos todavía lejos del objetivo marcado actualmente del 4,4% del PIB para finales del ejercicio en curso.

Las reformas estructurales pendientes, y que Rajoy quiere acelerar, incrementarán la productividad y probablemente reducirán algo los déficit previstos. Pero la duda estriba en la conveniencia o no de incrementar el ajuste, porque no está ni mucho menos claro que una intensificación de los recortes -con lo que ello supone de sacrificio para todos y de incremento del ya insoportable desempleo- sirva realmente para reducir el déficit. Los expertos del FMI acaban de afirmar, en efecto, que «mayores ajustes en el déficit pueden llegar a ser un objetivo indeseable desde la perspectiva del crecimiento. Un mayor ajuste durante una recaída puede exacerbar más que aliviar las tensiones de los mercados por su impacto negativo en el crecimiento».

El consenso técnico afirma, en definitiva, que en un contexto deprimido como el español actual, mayores ajustes serían perniciosos porque incrementarían la recesión sin arrojar resultados sobre el déficit. Y ello sin olvidar que el FMI da un tirón de orejas a los países en mejor situación -Alemania- a los que requiere que practiquen políticas expansivas que tiren del conjunto de Europa.

Es plausible que el Gobierno no quiera dibujar su propio escenario ante Bruselas, se mantenga firme en su decisión de cumplir el programa de estabilidad que se fije y espere a que sea Bruselas la que determine los parámetros, pero es claro que lo deseable es que el proceso de convergencia se prolongue dos años más, hasta el 2015, año en que se alcanzaría el objetivo de déficit del 3% del PIB. A fin de cuentas, ni Francia (-4.4%) ni el Reino Unido (-6,5%) cumplirán en 2012 el pacto de estabilidad.

Y España, que sigue teniendo una deuda sustancialmente inferior a la media del Eurogrupo y de la UE, se merece este respiro, una vez que ha demostrado a nuestros socios y a los mercados su disposición y su capacidad para cumplir los compromisos contraídos y responder a los retos que impone la construcción de Europa y la defensa de la moneda única.

Juan Manuel Quinzá y Fernando Agulló son profesores de Economía Aplicada de la UDC.

pilar canicoba

El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, no oculta su deseo de atenuar la velocidad del ajuste fiscal para reducir el déficit | ballesteros | efe