Portugal: «Tudo isto é fado»

? Félix Soria

SANTIAGO

? El país luso superó la pérdida de las ricas colonias, racionalizó su economía y hasta el 2007 creció con vigor, pero todo se malogró con la integración en el euro y el crac financiero

22 ene 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

La macroeconomía lusa vive su peor momento; pero al margen de errores propios, hay coincidencia casi generalizada en que la situación es en gran medida consecuencia de la integración del país en la eurozona. Tras la revolución de los claveles (abril de 1974) que derrumbó la ya debilitada dictadura salazarista, Portugal sorprendió a medio mundo al superar sin apenas apuros la pérdida de sus colonias (las africanas Angola, Cabo Verde, Guinea Bisáu y Mozambique, la china de Macao y Timor Leste, isla situada al norte de Australia ), territorios que en teoría constituían la principal fuente de ingresos del Estado.

Pero en realidad, el Estado luso perdía ingentes cantidades de dinero en África debido a dos motivos: la nula aportación fiscal de los nacionales y empresas afincadas en las colonias y, segundo, el elevado coste de mantener a miles de kilómetros de la metrópoli las fuerzas militares que contenían la insurgencia en las colonias, conflictos que se iniciaron en 1961 en Angola y se extendieron a todos los demás territorios del continente negro, exceptuado Cabo Verde.

Los únicos beneficiarios de aquel imperio en guerra eran quienes negociaban con bienes -sobre todo forestales, minerales y pesqueros- extraídos de aquellos territorios.

De modo que a partir de 1974 y una vez iniciado el proceso de descolonización, los primeros gobiernos democráticos reorganizaron el Estado y, al margen de inevitables rifirrafes interpartidarios, Portugal inició una fructífera racionalización económica al tiempo que -y esto es capital-- mantenía una activa red de contactos empresariales en las excolonias.

Sin prisas pero sin pausas, la economía lusa se diversificó y aprovechó su rica experiencia y habilidad comerciales -Portugal, al igual que Cataluña, ha vivido épocas en las que ha hecho bueno el latiguillo de ser una Fenicia moderna.

CRECIMIENTO CONSTANTE

El ingreso en la Unión Europea (UE), sustanciado el 1 de enero de 1986, a la par que España, reforzó el rol de los servicios y sucesivos gobiernos ejecutaron un vasto programa de reformas -que de hecho ya se había iniciado antes del ingreso en la UE-, del que cabe destacar por sus positivos efectos tres aspectos: la implantación de una fiscalidad efectiva; la venta de casi todas las empresas estatales heredadas del salazarismo -entre las que abundaban los simples comisionistas- y en tercer lugar, la liberalización de actividades que estaban fuertemente intervenidas o nacionalizadas, como era el caso de las entidades financieras.

El sostén de la economía lusa radica desde hace ya casi medio siglo, máxime tras el fin de la dictadura, en el sector terciario, que en el 2010 aportó el 62 % del producto interior bruto (PIB), destacando el peso del turismo, que supone la cuarta parte de esos puntos.

No obstante, la industria también ha ido ganando peso (algo más del 34 % del PIB en el 2010), mientras que la agricultura y la pesca languidecen (apenas el 4 %).

Durante los años noventa, Portugal experimento crecimientos interanuales del PIB superiores a la media de la UE, logró tejer una notable red viaria, modernizó los servicios urbanos de sus ciudades, amén de mejorar y modernizar su vetusto parque de viviendas; se dotó de una red hospitalaria que envidiaban los países más desarrollados de Europa y la población mejoró su calidad de vida.

Esa tónica ascendente, si bien se atemperó la tasa de crecimiento, se mantuvo hasta el 2007, año en el que Portugal alcanzó el puesto número 22 en la clasificación mundial de competitividad -por delante de España e incluso de Francia-- y el PIB todavía aumentó un 1,9 % respecto al ejercicio precedente.

Pero las cosas habían empezado a enredarse con la integración en la unión monetaria, que obligó a reducir la inversión pública para contener el déficit y renunciar al endeudamiento pese a no ser grave (en el 2002, apenas el 70 %), aunque superaba el techo del 60 % impuesto por el rigorista pacto del euro.

Lentamente, la reducción de las aportaciones del Estado a la economía real, más el recorte de las inversiones privadas y del crédito debido al estallido de la burbuja financiera estadounidense a finales del 2007 (los bancos lusos también habían adquirido activos tóxicos) generaron los lodos actuales.

Panel publictario contratado por el Bloco de Esquerda, que se opone a las ayudas del Estado a la banca | CARLOS PUNZÓN