Cuando Semprún se fue con Bendaña bajo el brazoEl bosquejo perdido de Siza

xosé m. cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

15 ene 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

Cara de tonto le quedó al alcalde cuando se enteró en una junta de que el Ayuntamiento no es el dueño de Bendaña, como se suponía y como aparece reflejado en los documentos turísticos de la ciudad. En la práctica, Raxoi usufructúa el inmueble danzando sobre una cuerda que, teóricamente, podría romperse. El anterior equipo de gobierno está convencido de que, en virtud de los efectos de la permuta inmobiliaria de 1992, no se romperá. Pero Bendaña es de Hacienda. Un museo surrealista en una sede surrealista.

La incertidumbre solo la sobrellevaban en estos últimos lustros los conocedores de la condición del edificio. Ahora la comparten todos. La ciudad, a través del Consorcio fundamentalmente, invirtió una millonada en la recuperación de Bendaña con esa duda latente.

Al menos el Ayuntamiento de Haro, que también le inyectó una porrada de dinero a su palacio de Bendaña, sabe que le pertenece, pese a que durante diez años tendrá que pagar un peaje de uso cultural por exigencias del guion financiero. La hipoteca de Santiago no es cultural, es mucho más grave.

El inmueble lo construyeron a mediados del XVIII los marqueses de Bendaña y, tras residir o deambular bajo su techo diversos inquilinos, llegó hecho un asco a manos del Círculo Mercantil hace unas décadas.

El Círculo Mercantil lo dejó en los años 80 hecho un asco económico. Muchos recuerdan aquellas hirvientes asambleas presididas por el industrial Bermejo, con unos ánimos caldeados que hacían pensar en las estructuras del edificio. El resultado final fue un patrimonio hecho jirones financieros puesto en almoneda.

Portomeñe

El conselleiro Vázquez Portomeñe le echó un vistazo al inmueble, pero no a la cartera, que sí exhibió el Ministerio de Hacienda. Las cargas casi aplastaban el pazo. No sería un dechado de virtudes en la crisis de hoy. A título de curiosidad, y según datos del Ministerio de Hacienda, Bendaña le adeudaba 70 millones de las pesetas de entonces a Caixa Galicia; 25 al Banco Etcheverría; 13 al Urquijo; 2,8 al Noroeste; y 15,8 a la Tesorería de la Seguridad Social. Hacienda le extendió a los dueños del Círculo un cheque de 260 millones y les dijo que se quedasen con la colección de gravámenes. Pero antes de que la procesión de funcionarios de la agencia tributaria emprendiese el corto trayecto entre la rúa do Vilar y el Toural, el Concello se dispuso a convencer al ministro de Hacienda de que ese no era su sitio, que en Fontiñas o Salgueiriños tendrían un inmenso espacio para rejonear a placer a los ciudadanos. Xerardo Estévez había metido en su saco de promesas electorales Bendaña y se lo birlaban ante sus narices.

En la calle los ciudadanos también le torcieron el gesto a Hacienda. La descarnada burocracia había ganado la partida. En 1989 el ya fallecido Jorge Semprún, el francés Jack Lang y un tropel de ministros de Cultura europeos recorría el Obradoiro y un grupo de compostelanos aprovechó para colarles en sus carpetas un largo panfleto sobre el significado de Bendaña para la ciudad.

Al menos el ministro Lang, de grato recuerdo para los compostelanos, seguro que simpatizó con la causa de aquellos jóvenes rebeldes, entre los que podía distinguirse a un bullicioso Cancio que, vestido, ocultaba las huellas de los vergajazos del cura antinudista de Baroña.

Santiago, al fin, se hizo con Bendaña y lo incorporó felizmente a su patrimonio. ¿Pero que hace en la pared la foto de Cristóbal Montoro?

¿Dónde tendrá guardado Álvaro Siza el bosquejo del museo Granell nonato? Siempre le quedará como un recuerdo. Quizás fue la última idea arquitectónica para un parque como Bonaval que difícilmente albergará un nuevo edificio. Bulle ahora la idea de la Granell en el Gaiás, y hay quien dice que es su marco natural. A uno le viene a la memoria la dialéctica de Encarna Otero y Sánchez Bugallo en el 2001 sobre la idoneidad de Bendaña, que la edila no veía clara ante la posibilidad de disponer de un equipamiento sociocultural propio en el sacrosanto edificio del Toural. Eso de sacrosanto le sale a uno al evocar al padre Isorna en Bendaña con su capillita u oratorio particular en el pazo, del que era capellán.