«Muy pronto, todo el mundo lo sabrá»

SANTIAGO

El sida acabó hace veinte años con la vida de Freddie Mercury, uno de los personajes más singulares de la historia del rock

25 nov 2011 . Actualizado a las 11:16 h.

| Tres días antes de su muerte, Freddie Mercury disfrutó de sus últimos momentos de lucidez. En su residencia londinense de Garden Lodge y rodeado de su círculo más íntimo, contaba las horas para que fuera entregada a la prensa mundial una carta en la que el líder de Queen admitía padecer el sida: «Muy pronto, el mundo lo sabrá», dicen que dijo el cantante aquella tarde de viernes. Era su pequeña venganza contra los tabloides británicos que llevaban años especulando con su enfermedad. Al final de su vida, Freddie todavía temía por su intimidad, pese a ser una estrella planetaria.

Seguro que no pensaba en llegar tan alto el pequeño Farrock Bulsara, un talentoso chaval de la etnia parsi, cuando sus padres lo enviaron a estudiar a Bombay desde la isla de Zanzíbar, en Tanzania, donde nació. Allí, en el internado, Farrock se convirtió en Freddie, asombrando a sus compañeros con su habilidad al piano y su voz extraordinaria. En 1963, con 17 años, aterrizó con su familia en Londres, donde inevitablemente, en medio de aquella explosión cultural, comenzó a tocar en diferentes bandas. Pero no fue hasta la primavera del 70 cuando se encontró con Brian May y Roger Taylor.

«¿Queen?»

Resulta sencillo imaginarse a sus dos melenudos amigos preguntándose «¿Queen?, cómo que Queen?». Freddie Mercury era un personaje poco dado a las entrevistas. Nunca fue amigo de la prensa y la prensa tampoco fue amiga suya. Pero sí contó que era muy consciente de las connotaciones gay del nombre que eligió: «Era gay, pero era también muchas otras cosas?. Así que desde el minuto 1, la personalidad de aquel parsi que replicaba instantáneamente al piano cualquier melodía y era capaz de alcanzar las cuatro octavas, se impuso en un grupo que hoy idolatran millones de personas de diversas generaciones y culturas.

De su mano y de la guitarra de Brian May, Queen transitó por cualquier etiqueta que se le pueda pegar al rock: pop, glam, progresivo, metal, funk, sinfónico... Su curiosidad musical lo llevó a acercarse a estímulos tan dispares como David Bowie o Montserrat Caballé consiguiendo una asombrosa simbiosis con todos ellos.

El fin

La muerte, mal está el decirlo, le sentó muy bien. Queen ha reeditado sus éxitos y conciertos hasta la saciedad provocando la respuesta masiva de sus seguidores. Y también ha conseguido que la aristocracia de la crítica mejorara su opinión sobre el grupo. Sin embargo, el vigésimo aniversario del fallecimiento de Mercury supone no solo lamentar la desaparición de un singularísimo talento en la historia del rock sino también el recuerdo del momento de mayor estigmatización hacia una enfermedad que, pese a los avances en su tratamiento, todavía siega vidas por millones. Unos días antes de que Mercury falleciera, el jugador de baloncesto Magic Johnson había reconocido estar infectado con el virus. Así que, probablemente, el bueno de Freddie hoy seguiría cantando si se hubiera infectado unos años más tarde.

ANIVERSARIO