Nuevas aventuras de Sherlock Holmes

SANTIAGO

Anthony Horowitz releva a Conan Doyle en el relato de las pesquisas del mejor detective de todos los tiempos

23 nov 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Puede que se trate del caso más claro del personaje que supera en fama a su creador. Si don Quijote y Cervantes parecen necesitarse mutuamente, mientras que Macbeth, Hamlet, Romeo y Julieta o el rey Lear siempre serán hijos de Shakespeare, en este caso es al revés: Arthur Conan Doyle es quien debe su fama al Sherlock Holmes de ficción. Una sencilla comprobación basta para demostrarlo: Google devuelve 97.800.000 resultados del personaje y 18.100.000 del autor.

Pero hay más: seguro que, aunque no hayas leído una sola línea del autor, sabes que el famoso detective es un hombre enjuto, de complexión nerviosa, mirada inquieta y penetrante, no calvo pero sí de profundas entradas; de modales exquisitos, pero frío y engreído, viste impecablemente y fuma en una cachimba eterna, y al salir a la calle usa capa y cubre su cabeza con visera. Sabemos incluso dónde vivía: en la Baker Street de Londres, en el 221 B. En cambio, ¿sabrías decir algo del aspecto físico de su autor?

arthur conan doyle

El creador de Sherlock Holmes fue Watson? Bueno, el doctor Watson, pues es médico, es el personaje por medio del cual su verdadero creador, Arthur Conan Doyle, comparte las aventuras de Holmes: comparten apartamento en Baker Street y lo acompaña en sus visitas a los escenarios de los crímenes, intercambia con él sus impresiones sobre el desarrollo del caso y, sobre todo, es su principal confidente, lo que le reporta las explicaciones detalladas del proceso deductivo del genial detective que después traslada al lector.

Y este discreto doctor Watson, mejor dicho, el escritor y médico Conan Doyle nació en Edimburgo (1859) y murió en Crowborough en 1930. Estudió Medicina, se licenció en 1881 y al año siguiente montó su propia clínica en Portsmouth (la ciudad en la que nació Charles Dickens). Es en este momento, de escasa clientela, cuando nace su Sherlock Holmes, aunque ya antes había escrito, mientras estudiaba algunas historias cortas publicadas en diarios locales.

Estudio en escarlata fue la primera aventura de Holmes y Watson, en la que se narra cómo un conocido de ambos los presenta para que compartan las habitaciones de la famosa casa de Baker Street, la del número 221 B. Se publicó en 1887 y precedió a los 68 relatos del peculiar y archifamoso investigador.

Conan Doyle se trasladó a Londres en 1891 para establecerse como oftalmólogo, pero otra vez la falta de pacientes (esta vez ninguno) le concedió abundancia de tiempo para acompañar a su detective. Su éxito fue tal que sintió incluso la necesidad de matarlo, pero el clamor popular le obligó a devolverle la vida en 1903 (El regreso de Sherlock Holmes).

Conan Doyle trabajó como médico naval y en 1885 viajó en el SS Mayumba al África occidental y participó en 1898 en la campaña de Sudán y más tarde en la guerra de los bóeres (1899 a 1902). Sobre esta escribió una justificación a la que atribuye su nombramiento como caballero del Imperio británico, lo que le valió el título de sir.

En sus últimos años, el autor, que era católico, prestó más atención a un tema al que daba la mayor importancia, el espiritismo. Parece que comenzó a interesarle a partir de su participación, como soldado raso, en la Primera Guerra Mundial. Murió en 1930, un 7 de julio.