«Pese al cambio social, cualquier cosa vale para que la gente te señale»

SANTIAGO

La carismática cantante de Fangoria, que canta esta noche en Pontevedra todos los éxitos de su carrera, defiende la vigencia, 30 años más tarde, de su mensaje rebelde, independiente y transgresor

22 ago 2011 . Actualizado a las 11:30 h.

Matriarca del pop para unos, diva gay para otros; tertuliana sesuda a veces y provocadora nata siempre. Alaska, personaje tan complejo como imprescindible en la vida pública española de las últimas décadas, y su dúo Fangoria harán sonar esta noche en Pontevedra canciones inolvidables, himnos, casi, de la música contemporánea cantada en español. El espectáculo será visual también, con una estética cabaretera y procaz marca de la casa. En fin, ni tú ni nadie, nadie, puede cambiarla.

-¿Es este repertorio el «grandes éxitos» definitivo de Alaska?

-A día de hoy, sí. De lo que son grandes éxitos, no falta ni uno. Y otras canciones, quizá menos del gran público, pero importantes para entender lo que hemos hecho, también están. Claro que, como el mundo sigue, gracias a Dios, no puede ser definitivo, porque dentro de 10 años faltarán otras canciones nuevas ahí. Yo creo que las discográficas han pecado de hacer grandes éxitos de los artistas cada año. Eso no puede ser. Hay que dejar eso, 30 años, para un buen recopilatorio.

-Así que tiene intención de seguir creando «hits» durante mucho tiempo.

-Siempre decimos que, salvo que tengamos una actividad aeróbica sobre el escenario, no hay nada que limite la edad de retirada o el amor por el pop y el rock. Es como un pintor: si le funcionan las manos y la cabeza, y tiene ganas, no tiene por qué dejarlo.

-El título del disco, «El paso trascendental del vodevil a la astracanada», ¿resume su evolución estética a lo largo del tiempo?

-No exactamente, no se trata de partir de un punto y llegar a otro. Más bien la intención era decir que la carrera de cualquier artista -actor, escritor, da igual- es una astracanada, tiene situaciones de vodevil, se abren puertas, se cierran, hay mucha gente, hay equívocos... Y realmente hay momentos de gran astracanada. Queríamos quitarle pomposidad al hecho de exponer toda nuestra carrera. Con la astracanada nos queda más berlanguiano y huimos de todas las pretensiones.

-Entonces no tiene relación con eso del «Kitsch»...

-Es que a mí lo Kitsch no me parece una astracanada. No me parece ni Kitsch. Es simplemente mi gusto. Cuando veo la casa de Elvis Presley no me parece una astracanada. Me parece de mucho mejor gusto que las que salen en las revistas de decoración. Es todo una cuestión de gustos. No hay que llamarle nada, porque eso es etiquetarlo.

-Y sus gustos, incluido el musical, ¿cómo han cambiado desde sus comienzos como cantante?

-No cambian, se van añadiendo, como en una bola de nieve. Ahí está todo lo que te gusta desde pequeño. Y ya, cuando a los 12 años a uno le gusta el glam, tienes que entender que nuestras vidas, nuestras casas, nuestros maquillajes, nuestras músicas y nuestras ropas no van a ser como de cantautor. Fue tomar una determinación muy importante a los 12 años. Y a partir de ahí, súmale todo: la música electrónica de Kraftwerk, que la oíamos a la vez que oíamos a los Ramones, a Bonney M, a los Village People, a Rafael o a Lola Flores. Todo eso nos gustaba de pequeños. Y súmale todo lo ocurrido en los últimos 30 años, que también nos ha influido: el pop más siniestro, la música house y todas sus derivaciones... Todo.

-¿Había ahí una vocación transgresora para apartarse de corrientes mayoritarias?

-No es que trates de apartarte, es que no te queda más remedio porque no te sientes identificado con una sola corriente. No es una postura. No hay transgresión premeditada. No decía: «Me levanto y voy a ver qué hago hoy para no ser como los demás». No. Todo lo contrario. Lo siento si esto no va con lo que opina la mayoría... Cuando empezó Fangoria era la época del grunge. Obviamente nos quedamos fuera de eso. Nos quedamos fuera de la moda y ya está; no pasa nada, no hay que tener miedo.

-Ese camino propio estaba muy bien explicado en «A quién le importa». Una canción como esta, ¿sigue vigente hoy, en una sociedad en general más abierta?

-Por mucho que esté todo asimilado, a cualquier persona que sale a la calle vestida de una determinada manera le van a decir cosas. Y va a tener que seguir pensando «a quién le importa». Es inevitable. O si no lleva una vida acorde a lo que el vecindario considera adecuado. Esas cosas no van a cambiar nunca.

-Pero sí ha habido un gran cambio de mentalidad desde que se escribió esta canción.

-Ha habido un gran cambio social, pero cuando vas a lo particular, es bastante duro. No es lo mismo vivir en una ciudad grande que en una pequeña, o en un pueblo, o en una aldea, a la hora de que esa intimidad sea verdaderamente respetada. Cualquier persona con una vida particular, por lo que sea, porque sea minusválido, de otra raza, de otra opción sexual, vegetariano... Cualquier cosa vale para que, en un momento dado, como dice la canción, la gente te señale.

-¿Cómo ha vivido estos días de fervor católico en Madrid?

-Te lo digo de verdad: a mí, ver a la gente feliz y pasándoselo bien me gusta, sea el Día del Orgullo Gay, la verbena de la Paloma o sean estos jóvenes cristianos. Pero también me gustaría que a todos nos trataran por igual a la hora de ofrecernos la ciudad y sus servicios, limitarnos los horarios, etcétera.

-¿Así que el encuentro católico ha recibido más facilidades?

-Absolutamente. Está claro que cuando alguien te cae mal, no te mueres por facilitarle las cosas, y si te cae bien, sí haces un esfuerzo. Y en política es igual.

-Al hilo del Orgullo Gay, si un día dejase de celebrarlo, ¿no sería señal de que el colectivo está plenamente normalizado?

-Bueno, precisamente hablas de celebrar. Cuando no hay nada que reivindicar, se puede celebrar. Pero te recuerdo que el matrimonio está impugnado por el PP, y pendiente de resolución. Aún hay camino por andar.

-¿Qué percibían en los tiempos de Dinarama de lo que ocurría en el Vigo de los ochenta?

-Vigo tuvo mucha resonancia. Hay que aclarar que tampoco es que hubiera allí 500 grupos frente a cero en Valencia, pero lo que creo es que Vigo se convirtió en el símbolo de algo que empezó a ser muy importante para la gente que no vivía en Madrid, y es que en su ciudad también pasaban cosas.

-¿Está del lado de los que creen que se ha glorificado excesivamente la época, o en el contrario?

-Pues ni lo uno ni lo otro. Como estudiante de Historia, creo que si se escribe sobre una época es porque tiene algo. Pasaron cosas y siguieron pasando. Ahora está normalizado: hoy no se habla de movidas ni nada de eso porque, por suerte, en todas las ciudades hay gente que hace grupos, que diseña moda, que hace cine, televisión... Es de una normalidad totalmente absoluta.

-En la cultura, ¿hemos remontado por fin la desventaja con otros países de nuestro entorno?

-Sí, con una salvedad: aquí nunca se ha consolidado una industria de lo alternativo. Lo masivo funciona, pero fuera de España tener un grupo alternativo no significa que no puedas comer, mientras que aquí, salvo Los Planetas, Sexy Sadie y Lori Meyers, por poner tres ejemplos, para el resto la música es una afición. Por otro lado, creo que en general la gente joven está menos interesada por la cultura que hace algunos años.

-¿Qué les llevó a querer exhibir lo íntimo en el «reality» Alaska y Mario?

-Más que exhibir lo íntimo, se trata de no tener ningún problema con ser un personaje público. Lo llevamos diciendo desde Pegamoides: «Quiero ser un bote de Colón y salir anunciado en la televisión». No puedo entender al famoso que es famoso pero se queja de ser famoso y que, después, pone en su Twitter toda su vida. Dejar que las cámaras me acompañen lo llevo haciendo 30 años; mi casa no es ningún búnker, ha salido muchas veces en las revistas... Lo llevo con normalidad. Es una extensión más de todo lo que llevo haciendo este tiempo. Y luego como espectadora soy muy fan de este tipo de reality, el que acompaña en su vida diaria a alguien, como el de Ozzy Osbourne. Me habría encantado que Amy [Winehouse] tuviera su reality, que Lady Gaga tuviera el suyo, y poder ver lo que hacen cada día.