El oro vuelve a deslumbrar como valor refugio en plena convulsión

? Digna Casas

SANTIAGO

? Alemania ha invitado a España e Italia a que se desprendan de sus doradas onzas para reducir sus deudas públicas y así contentar a los mercados

14 ago 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

La amenaza de una segunda recesión mantiene en vilo a las economías occidentales en pleno mes de agosto. De hecho, la actividad político-económica internacional está tan agitada que las interrupciones estivales de los mandatarios europeos transitan entre las vacaciones y los despachos. La crisis de deuda que castiga a varios países de la eurozona vapulea todo intento por reconducir unos escenarios manipulados con arrojo por la mano de la especulación.

La falta de confianza, la ausencia de firmeza política y el déficit de compromiso han colocado las cuentas públicas de la eurozona al borde del abismo, y pese a los intentos por restablecer el orden, los intereses particulares empujan al precipicio a las economías menos fuertes.

La eurozona ha diseñado demoledores rescates para evitar el colapso financiero generalizado pero, en el caso de Europa, la capacidad para intervenir en economías de mayor envergadura que Grecia, Portugal o Irlanda (como es el caso de Italia o España) invita a la prudencia.

Esta misma semana, los dos partidos políticos alemanes que tienen la responsabilidad de gobierno (la CDU de Angela Merkel y el liberal FDP), en ese frenético intento por reducir los azotes al euro, han invitado a españoles e italianos a que privaticen sus empresas y vendan sus reservas de oro para aliviar la deuda y así tranquilizar a los mercados. Y lo hacen con el planteamiento de que cada cual aguante su vela y busque soluciones para evitar -según ellos- que sean los alemanes los que acaben financiando (eso sí, con pingües beneficios) la deuda de la periferia.

Los gobiernos español e italiano, además de distintos expertos, han calificado la ocurrencia de escasamente afortunada porque, en definitiva, supondría privar a ambos países de una inversión segura, como el oro (que se cotiza a cifras récord) que se ha convertido en un activo refugio para los inversores desde que estalló la crisis financiera. De hecho, en los últimos cuatro años el brillo del oro ha duplicado su valor hasta rozar los 1.800 dólares la onza.

Recurrir al dorado recurso dos países para reconducir problemas económicos globales vuelve a poner de manifiesto que el oro como patrón del sistema monetario propició la consolidación y fue capaz de regular los desequilibrios de capital. Hasta el punto de que incluso ahora es -o puede ser- el mecanismo que permita una regularización monetaria internacional, como ocurrió desde finales del siglo XIX hasta el conflicto bélico de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, el hecho de que las reservas de oro estén mal repartidas en proporción al peso de la actividad económica de cada país, ha engordado la opinión contraria de quienes se mostraban renuentes con el patrón oro. Aún así, hubo períodos en los que se demandaba su reimplantación por las garantías de solidez que daba a los flujos de dinero, a diferencia de las convulsiones que crean los nuevos mecanismos vinculados a monedas reservas, como el dólar y, en menor medida, el euro.

Aún así, la pérdida de preponderancia del oro no ha impidido que se mantenga como valor refugio, tal como queda demostardo en períodos de convulsión como el actual. De hecho, desde los años noventa viene a ser una divisa más y su cotización se ha quintuplicado. Para algunos analistas, mientras no se concreten las bases de un nuevo sistema financiero estable y transparente el histórico activo seguirá al alza. Pero España tampoco ha sabido hacer buenos cálculos a la hora de disponer de reservas doradas.

En la actualidad, dispone de 9,1 millones de onzas, lo que equivale al 1,1% del PIB (la deuda está en el 64%). Y lo más llamativo en la última década es que sucesivos gobiernos decidieron deshacerse del 46% del oro. La última vez en el 2007, apenas unos meses antes de que se produjese el estallido crediticio asociado a las hipotecas subprime de EE.UU., cuando el entonces vicepresidente Solbes justificó la venta del 32% de las reservas al considerar que el preciado metal no era rentable, según él, y con los beneficioss resultantes (más de dos mil millones de euros) se mejoraría, a su juicio, los dividendos del Banco de España. La cotización de la onza era entonces de 650 dólares y en la actualidad se aproxima a los 1.800; la cantidad que se ha dejado de ganar ronda pues los 2.500 millones.

Lingotes grabados con el logo y reseñas del banco central de Japón, uno de los más «dorados» del mundo | YOSHIKAZU TSUNO / afp