Santiago honra al alumnado de Música en Compostela

santiago / la voz

SANTIAGO

El curso cumple su edición número 54 con un recuerdo al legado cultural que se fue con el Códice

01 ago 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

La nueva edición del curso especializado de Música en Compostela puso ayer de manifiesto su reclamo internacional, ya que mientras en el Obradoiro peregrinos y turistas de múltiples nacionalidades se retrataban frente a la catedral, en la capilla del Hostal dos Reis Católicos músicos de distintas partes del mundo recogían uno a uno las credenciales que los convierten hasta el día 13 en alumnos de un curso que este año llega a la edición número 54.

El grupo de matriculados, que ronda el centenar, hizo una entrada especial en la capilla con los alumnos de canto interpretando la pieza Canto de Utreia. Tras ellos, accedieron los jóvenes que recibirán clases de disciplinas musicales tan dispares como guitarra, piano, órgano, polifonía, sinfonismo y música actual, viola y música de cámara, además del violín y el violonchelo.

Dado que el curso está patrocinado por el Consorcio y en la organización participan la Universidade de Santiago de Compostela (USC) y la Xunta, al acto acudieron diferentes representantes de estos organismos.

El presidente de Música en Compostela, Gerardo Fernández Albor ejerció de maestro de ceremonias dando primero la palabra en el acto inaugural al vicerreitor de Estudantes, Cultura e Formación Continua, Francisco Ramón Durán Villa, que recordó a los presentes que «la música es uno de nuestros principales patrimonios» por lo que que señaló que cursos como el de Música en Compostela «ayudan a conservarla y difundirla».

«Terrible latrocinio»

El regidor compostelano, Gerardo Conde Roa, consideró un «honor» participar en el acto y definió el curso como «una de las más enraizadas manifestaciones culturales de esta ciudad». Fernández Albor destacó en su intervención que el curso había nacido «como una semilla que ahora sigue dando sus frutos» y recordó la importancia que el Códice Calixtino, sobre cuya desaparición se refirió como un «terrible latrocinio cometido en nuestra identidad cultural».