«¿Casposo yo? Quienes digan eso ignoran lo difícil que es hacer alta comedia»

Por Sandra Faginas

SANTIAGO

El último galán español ha sido boxeador, electricista, vendedor de chocolate..., pero su destino cambió cuando dijo su primera frase como actor. Hoy, a sus 82, sigue arrasando en taquilla y suspira descorazonado por un elixir que le quite 15 años

03 jul 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Arturo Fernández es todo amabilidad y buenas maneras -eso, insiste él, que se ha perdido ahora-, y se entrega a la conversación con la misma profesionalidad con la que que se sube a un escenario: hecho un pincel y con voz de seductor. «Chatina, son muchos años ya y amo mi trabajo por encima de todo», responde entusiasmado. Afirma que se jubilará cuando note que el público se lo pide, porque hasta hoy en día lo ha mantenido como el galán español por excelencia. Le ha ido bien en todo, ha compartido escena con los mejores, tanto en televisión como en cine y en teatro, y a los 82 no se puede creer el éxito de su última comedia, Los hombres no mienten: «Está siendo increíble, estrenamos en Bilbao el día 3 y estuvimos 23 días seguidos, un récord». Hoy y hasta el 7 actúa en A Coruña.

-¿No se cansa de ir de gira en gira?

-Estoy acostumbrado y lo llevo bien, además es una suerte trabajar con gente tan profesional como Sonia Castelo y Carlos Manuel Díaz. ¡Y ahora en este norte tan maravilloso! Es que cuando ves que te queda poco valoras más las cosas, las percibes mejor, estoy en ese momento de saborear lo bueno: ver a esas mujeres en los soportales de A Coruña, ir a comer...

-¿Teme estos años futuros?

-Sí, sí, sí. [Silencio] Es terrible pensar en que te venga una enfermedad, pero bueno, nadie está exento. Me asusta el no poder seguir besando a mis hijos, y a mis nietos. A mí me gusta la vida y, en fin, no sé si he sido un buen padre, pero quiero a mis tres hijos por encima de todo y ellos a mí, creo que soy un hombre feliz, y además tengo una profesión que me llena.

-Pero es un oficio en el que uno está en la cuerda floja. ¿Nunca pensó que se le podía escurrir de las manos?

-No, verás. Yo tengo una larga trayectoria y la gente que me sigue sabe que yo no engaño. Las comedias pueden gustar más o menos, pero nadie sale de mi espectáculo defraudado. Sé elegir lo que el público viene a ver: una comedia de autor, con situaciones actuales, diálogos inteligentes. Como esta de Los hombres no mienten, premio Molière, cuyo autor es el guionista de Los puentes de Madison. Porque a veces es mejor no decir la verdad a tu mujer.

-Bueno, una mentirijilla a veces, si no es grave...

-Sí, y si es grave pienso que también. Yo tengo la teoría de que cuando un hombre niega una infidelidad es porque quiere mucho a su mujer [risas], no quiere perderla. Yo creo que por eso la mujer debe agradecerle que le mienta. [Risas]

-¡Que su mujer lo va leer!

-Mi mujer ya me deja por imposible. Yo he nacido con esa afición a la mujer, soy un gran admirador de la mujer, siento adoración, lo he sentido por mi madre y ahora por mi mujer.

-Ya, ya. Es usted perro ladrador..

- Yo muerdo lo que me dejan. [Risas]

-¿Y le dejan mucho?

-Me han dejado, me ha dejado. Todo depende de la mujer, ¡si el hombre depende de la mujer! Quien conquista verdaderamente es la mujer, sois terriblemente inteligentes y permitís que nosotros nos creamos que somos los que conquistamos, pero no. En cuanto una mujer te mira, y tú sabes que con esa mirada te está diciendo ?ven aquí?, pues entonces...

-¿Así que el cortejo le pone?

-Sí, sí. Es una de las cosas más apasionantes que hay, yo pienso que la conquista es lo verdaderamente importante, esos días en donde empiezas a conocerte, cuando tienes una ilusión bárbara por ir a buscarla, cuando te apeas del coche y le abres la puerta. -Eso de abrirle la puerta a la chica es a la antigua usanza.

-Sí, es que yo soy la antigua usanza.

-¡Pero eso ya no se lleva!

-Yo sí, por eso tengo éxito. [Risas]

-Dice una amiga mía que las formas lo son todo.

-Totalmente, los veteranos claro que lo sabemos y los utilizamos ¡y de qué manera! Tenemos todos los resortes. Jugamos con gran ventaja, porque en nuestra juventud la mujer nos enseñó cómo había que tratarla.

-Ahora lo ponemos demasiado fácil.

-Totalmente. La culpa es vuestra. Todo el campo es orégano, antes había que hablar mucho, y hablar bien, y ser muy educado y ser detallista.

-No caían a la primera.

-Y mira que yo era guapo.

-Lo sigue siendo.

-Y me costaba...

-Dicen que «siempre hay un roto para un descosido».

-Pero yo no era un descosido, era un roto de la leche. [Risas]

-Entonces, en la intimidad será detallista. ¿Le dice a su mujer eso de «chatina» o ya no lo aguanta?

-El problema de mi mujer es que me conoce tanto, aunque a veces se sorprende porque suelo utilizar palabras de mis personajes. A la mujer siempre hay que sorprenderla y no verla frecuentemente. [Risas]

-¿Cuántas veces le han dicho: «Chatín, no te soporto»?

-[Risas] Pocas veces. Yo he sido siempre muy simpático y creo que por ahí las he ganado. Como verás, hablo muy bien de mí.

-¡Si no quién va a hablar!

-Eso me lo decía siempre mi madre, «Habla muy bien de ti, que ya vendrán otros a ponerte a caldo».

-¿Empezó en esto para liberar a su madre, no?

-Sí [se emociona], la guerra civil fue catastrófica, y al quedarme sin padre, por problemas de la guerra, mi madre se ocupó de mí. Yo hace 40 años que perdí a mi madre y con el paso del tiempo crees que vas a olvidar las cosas, y no. A los 82 me acuerdo más que cuando era joven. Me vuelven los recuerdos, vuelves un poco a la niñez, a aquellos amigos, aquellas calles. Aquella gente divertida, porque había ingenio, la escasez lógicamente te agudiza, y se cantaba. Y un país que canta es feliz. ¿Hoy quién canta?

-¡Y ahora con la crisis! ¿Había visto antes este hastío?

-No, nunca en mi vida. Mi generación construyó una nueva España tras la guerra, pero hemos luchado bien, con amor a las cosas. Todo el mundo se ocupó de sí mismo. Y no hubo cizaña, en absoluto, mi padre era un anarquista, de la CNT, y a mí en la época de Franco nadie me puso trabas por ser el hijo de un anarquista, nadie. No había amiguismos ni carnés como ahora, mentira. Ahora hay amiguismos, capillitas, todos se ayudan en un partido. Nosotros no queríamos hablar de política, sino vivir y avanzar.

-¿Cree que Rajoy resolverá la crisis?

-Tal y como está dejando el señor Zapatero el país, no creo. Es muy difícil, aunque con ganas se resuelve todo, pero no sé si lo dejarán.

-¿Su madre cuándo lo vio triunfar qué le dijo?

-Mi madre nunca se fio de mí, yo cambiaba de trabajo continuamente. Fui electricista 3 años -¡y no sé poner una bombilla!-, también trabajé en un almacén de perfumería, luego fui boxeador durante dos años y medio, vendí chocolate de estraperlo... hasta que me llegó el destino, lo que pasa que hay que saber buscarlo. ¡Si me dicen que yo iba a ser actor, me muero!

-¿Y cómo se hizo actor?

-Es que yo era guapísimo. [Risas] Fue una casualidad, en una pensión unos estudiantes me dijeron si quería hacer figuración, y así empecé. Luego un ayudante de dirección me preguntó si me atrevía a decir una frase, que era: «¿Pero todavía no has dicho en casa que te alistas hoy?», y así fue. Pero mi madre quería que fuese oficinista, para que fuera con corbata.

-¿Y ese gusto por el vestir?

-Eso es parte de mi generación. Era obsesivo en nosotros, el vestir bien, la apariencia, en cualquier clase social. Salías de trabajar, te lavabas y te ponías la camisa impecable.

-¡Pero usted se ha gastado la pasta en trajes!

-Sí, también mi tarjeta de presentación en las comedias es el vestuario.

-¡Porque ha creado ese personaje!

-Pero todos los actores antes vestíamos muy bien. Mientras que ahora yo veo a alguien mal vestido de espaldas y digo «ese es un actor» y no me equivoco. [Risas]

-¿Quién es su diseñador favorito?

-Yo [risas].

-¿Se sigue poniendo nervioso?

-No, nada, desde hace años me tengo que pellizcar un poco porque salgo tan relajado que es algo increíble. Supongo que por seguridad. En esta obra cuando se abre el telón, la gente empieza a aplaudir. Lo nunca visto.

-¿Y alguna vez le ha dolido una crítica? Hay gente que piensa que es un poco casposo.

-¿Casposo yo? Quienes dicen eso ignoran lo difícil que es hacer alta comedia, el drama no tiene ninguna importancia. Pero el crítico no lo sabe.

Parece que si no haces teatro alternativo no eres actor.

-Pero ha trabajado con los mejores, ¿a quien admiraba?

-Yo he tenido unos maestros increíbles, Rafael Rivelles, Antonio Vico, Conchita Montes. Pero antes éramos profesionales, hoy contratas a alguien y lo primero que te dice es qué día se descansa. Antes que una compañía te contratara era la aspiración máxima. Porque, mira, aunque hagas dos funciones al final trabajas cuatro horas al día. Y encima te aplauden. Ha decaído muchísimo la profesión. Y es problema de la televisión, que lo acapara todo.

-Usted ha triunfado en la tele.

-Sí, hice Truhanes, con Paco Rabal, fue fantástica. Y La casa de los líos, más comercial, con un reparto increíble, Lola Herrera, Florinda Chico. Y había buenos guiones. Ahora la tele se ha vulgarizado.

-Dígame una actriz por la que haya suspirado.

-¡Por todas! De verdad.