«Soy un tipo ordinario y fiel a mi mujer»

Por Sandra Faginas

SANTIAGO

Es uno de los hombres más populares de Galicia, pero Gayoso sigue saludando a todo aquel que lo para por la calle con la misma naturalidad y afabilidad de las que ha hecho gala delante de las cámaras. Lleva 26 años en la TVG y no duda ante la pregunta: «¡claro que me jubilaría en 'Luar'!»

08 may 2011 . Actualizado a las 11:17 h.

Su vida está marcada por el más dulce de los secretos: Xosé Ramón Gayoso (A Coruña, 1956) nació en la confitería La Imperial, propiedad de sus abuelos Ramón y Rosa. Gente humilde que salió adelante a base de trabajo y esfuerzo, una de las máximas de quien lleva 26 años como presentador en la Televisión de Galicia, exactamente desde el día en que se inauguró este canal, y que ha sobrepasado los ochocientos programas del fenómeno Luar, sin que su imagen se haya desgastado un ápice. Porque esa naturalidad innata, «de niño saludador», la ha aplicado a su vida profesional, caracterizada por un estilo campechano y afable que él ha acuñado también en su vida privada.

-¿Se va a jubilar en «Luar»?

-[Risas]. No me importaría llegado ese momento. A lo mejor, hace años, cuando creía que el programa se iba a acabar hubiese pensado en otra cosa, ¡pero ahora no!

-¿Y cómo lleva las críticas a «Luar», de programa «pailán o friki»?

-Como tío pacienzudo y teimudo que soy, me lo tomo con calma. Es verdad que podría, como arma arrojadiza, apelar a las audiencias. Yo no he visto en estos años ninguna crítica razonada y medianamente seria a Luar.

-Le duelen, entonces.

-No, no es eso. Mira, que un programa de una televisión autonómica, que va el viernes a las diez de la noche, que compite con Belén Esteban, entre otros, y que se dedica a llevar a cuantas agrupaciones folclóricas hay en Galicia, llenas de jóvenes y que recuperan la cultura popular de este país, tenga los datos que tiene es para ir un poquito más allá. En Luar hemos visto salir todo el movimiento folk: Mercedes Peón, Cristina Pato, Berrogüetto, Susana Seivane, Carlos Núñez...

-Y el gran éxito: el humor.

-¡Imagínate! Los dos grandes acontecimientos humorísticos en Galicia en los últimos años: Los Tonechos y las de Ardebullo. El otro día en los Mestre Mateo, cuando vi a Roberto [de Los Tonechos] con el premio y a Touriñán [de las Cantareiras de Ardebullo] presentando, pensé: «Es que no se puede tener mejor premio», ¡tú no sabes qué satisfacción es eso!

-Pero usted tiene el Mestre Mateo.

-Sí, sí, pero al margen de eso, para mí es un orgullo ver a esta gente. Sé la crítica que está en la calle, una cosa es la masa... A mí, que me gusta mucho hacer bizcochos, lo ejemplifico de una manera, una cosa es el huevo, la sal, la harina, y otra la masa amorfa. La masa necesita mucho horno, ¿sabes?, porque si no no vale para nada.

-¡Vaya con la retranca!

-Claro, por no entrar en el autoodio que todavía se sigue reflejando. A veces oigo comentarios del tipo: «Yo no veo la TVG porque se habla gallego». ¡Hombre! Me puedes decir que no te gusta la tele que hacemos, ¡pero por hablar gallego en Galicia!

-Pero siempre se ha manejado con naturalidad en los dos idiomas.

-Sí. Yo he sido educado en castellano y la expresión de mis sentimientos siempre será en castellano. Pero tengo claro que el castellano no está en peligro de extinción y que el gallego sí, si no lo cuidamos. Es como ese sentido utilitario de las lenguas, a mí me encantaría saber inglés, pero que nadie me apele al uso, porque yo llevo 55 años sin hablarlo y no me ha pasado nada. Es ridícula esa guerra.

-¿Y esas mezclas de «Luar» que combinaban a Boney M con Manolo Escobar son premeditadas?

-Surrealismo premeditado. Yo recuerdo una anécdota, de una señora que venía de Os Ancares, muy mayor, que guardaba unos cantos de aquella zona, y cuando acabó su actuación se solapaba en el escenario con Latoya Jackson. Y entonces le dije: «Señora Carmen, ¿vostede coñece a Latoya?». Y ella: «Pois non». «E, Latoya, ¿coñece á señora Carmen?». «Pois, Latoya aquí Carmen». Esa es la esencia de Luar.

-Usted tiene muchas horas de vuelo, pero me imagino que alguna vez se ha quedado en blanco.

-Sí, sí. Pero eso que se llama experiencia es lo que te da herramientas para arreglar el momento. Al principio se nota mucho si se afloja el tornillo, pero ahora, como dice el otro, «quedarme callado, ni debajo del agua». ¡Y con ese micrófono pegado que llevo! Lo importante es ser natural.

-Pero la gente no sabe muchas veces el trabajo que hay detrás en la televisión.

-Eso me lo explicó a mí hace muchos años una presentadora veterana de Televisión Española, Blanca Álvarez, que en una charla nos dijo: «Tenéis que hacer que vuestro trabajo parezca tan fácil que el espectador piense que cualquiera puede hacerlo».

-¿Y en la vida privada qué le hace perder los nervios?

-La intolerancia, la mala educación, la falta de respeto. Sobre todo la gente que trata de imponer sus ideas.

-Me parece que tiene cara del vecino perfecto, el que abre la puerta y que saluda comprando el pan.

-[Risas]. Sí, bueno, soy un tipo ordinario [más risas]. Me gusta crear un buen ambiente a mi alrededor, con mi mujer, mi hija. Supongo que por egoísmo, uno lo que quiere al final es que lo quieran.

-Así que estaba predestinado a ser un tipo dulce.

-Antes era más. La vida te va haciendo más serio.

-¿La crisis de los cincuenta?

-No, no. Yo la única crisis que he pasado, en el sentido de cambio, es cuando nació mi hija, que ya tiene 20 años. Ahí me di cuenta de todo. Ojo, yo no era un varandas, hice la carrera de Derecho porque mis padres me habían inculcado la importancia de los estudios, no es que tuviera mucha vocación, la prueba está en que la vida me tenía preparada otra cosa, pero tuve mis novias, siempre fui muy respetuoso. Tuve una novia 7 u 8 años, y luego, en Madrid, otra 3 o 4, cuidado, ¿eh? Fui siempre muy serio.

-Era de los que se ennoviaba, fiel.

-Sí. La lealtad es otro de mis principios.

-Está bien el matiz, lo de la lealtad.

-Bueno, vamos a ver. Para mí la lealtad implica la fidelidad. No todo el mundo lo entiende así, pero yo sí: a mí no me gusta el engaño, el engaño de verdad, pero yo en mi relación de pareja, con mi mujer, soy muy serio. Serio en la lealtad y en la fidelidad, para que no haya equívocos. Soy muy fiel y muy leal.

-Cuesta encontrarle el picante.

-En estos 26 años me he encorsetado un poco, es verdad. Yo siento una gran admiración por la mujer. Posiblemente, reflejo de todas las mujeres de mi vida, mi madre, mi abuela Rosa, mi mujer, mi hija. Desde muy pequeño me di cuenta de lo injusta que es la vida para la mujer. Nosotros hacíamos lo que queríamos, ellas no. Y trabajaban el doble. Ahora también.

-O sea, que es de los que colaboran.

-Sí, plancho, pongo lavadoras, recojo, friego, y aun así mi mujer me gana por goleada.

-¡Es usted un chollo! ¿No me diga que también canta en la ducha?

-¡Es que yo estoy muy agradecido a la vida!, mis padres viven, tengo una mujer encantadora, una hija, qué te voy a decir yo, un hermano... Y he tenido la suerte de encontrar un trabajo en el que me siento feliz, también con mis compañeros. Yo preparé las oposiciones a judicatura, no aprobé, y a los 29 años pedí trabajo en la TVG, pero no para presentador, sino como asesor jurídico. Y fíjate dónde acabé.

-¿Pero canta o no canta? ¡Que yo de pequeña escuchaba su casete en el coche de mi padre!

-¿Ah, sí? ¡Qué época! Ahora no, no canto ni en la ducha, fui más cantarín.

-¿Le cantaba a su mujer?

-Sí, claro. Le hice alguna canción. Pero es verdad que la música ha pasado a un segundo lugar, y no sé por qué. Me da un poco de lástima, hay cierta añoranza. A veces me animo en el escenario.

-¿Cuál fue el entrevistado que más le impactó?

-Luis Miratvilles, un divulgador científico, un sabio. Era muy conocido en la televisión hace muchos años. Y Atahualpa Yupanqui, un tipo muy requintado, reposado.

-¿Y alguno que le gustaría entrevistar y que no ha podido?

-Hombre, a Julio Iglesias. Nos hubiera encantado, arrasaría en Luar, pero es un problema de dinero. Pero yo después de haber cantado con Gilbert Bécaud, ya no puedo pedir más. Fue una casualidad y lo pudimos traer.

-Hay una manera de presentar a lo Gayoso, ¿no?

-Supongo que sí, no soy de escuela. Yo pregunto lo que me interesa.

-Así que se deja llevar.

-Sí, me guío mucho por el instinto. Soy muy emocional, y a veces cuando leo los guiones, veo que lo que me ponen de tercero yo lo pondría de primero y lo cambio. A mí me gusta sorprender al espectador, lo aprendí de Miratvilles, él me dijo: «Tú pregúntame qué es un científico y dame un vaso de agua». Y cuando lo estaba explicando rompió el vaso de agua y me soltó: «Un científico es el que va más allá y sabe que un vaso sirve para cortar esta hoja de papel». En un programa como el nuestro hay que romper vasos de vez en cuando.

-Siempre se ha rodeado de presentadoras guapas y jóvenes. Entiende que usted está ahí a los 55 por ser hombre, ¿verdad?

-Me molesta mucho que en la televisión se juzgue la imagen física. Porque una o uno tiene una imagen, y es verdad que el envoltorio de un regalo es importante, pero lo es muchísimo más lo de dentro. La imagen la entiendo como un conjunto. Desde luego, yo no estoy ahí por guapo. Hay grandes comunicadoras que no son modelos. Pero es cierto que al presentador hombre se le permite que engorde y se quede calvo. Pero hay excepciones, María Teresa Campos sigue a su edad al pie del cañón.

-Después de todos estos años en la TVG tendrá mucho poder.

-Ninguno, ninguno. Ni quiero. No me gusta nada el poder. Yo, te lo digo sinceramente, jamás mando; primero que lo que hago es pedir, pero de verdad no valgo para eso. Ya está nuestro director, Manuel Abad, que es nuestro líder.

-En este tiempo ha coincidido con muchos Gobiernos. ¿Con qué presidente se llevó mejor?

-A González Laxe lo conocía porque los dos practicábamos atletismo en Coruña y, bueno, nos saludábamos. A Fraga le di la mano dos veces. Y Feijoo, fíjate, fue compañero mío de oposición a Economía e Facenda. Un día, 15 años después, me lo contó.

-¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?

-La gente.

-¿Y cómo lleva que lo paren?

-Ha sido todo un aprendizaje, también por parte de mi familia. Mi hija cuando tenía 5 o 6 años no quería salir conmigo. Pero ahora lo llevo muy bien. Me paro con todo el mundo, porque me gusta, de verdad. Pero una de las cosas que más me ha desgastado ha sido eso, entender que el muñeco de la tele, ese que siempre está contento y cuenta chistes, que irradia felicidad permanente, solo existe dos horas y media a la semana.

-¿Alguna anécdota?

-Muchísimas, a mí me han confundido con Paco Vázquez, con Bugallo, el alcalde de Santiago, ¡hasta con Arguiñano! La gente te para, sabe que eres alguien conocido, y se entrega. Recuerdo a una señora que vino a Luar y se hizo una foto conmigo, y al poco me soltó: «¡Xa saquei o Sagrado Corazón e teño posta a foto súa!». Y le dije: «¡Quite iso, que imos ir os dous ao inferno!» [risas].