«La política, más que interesarme, la padezco. Cada vez está más alejada de la gente»

Por Jacinto Ruiz

SANTIAGO

24 abr 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Fernando Romay no lo duda ni un segundo cuando se le pregunta por ello. Está convencido de que la vida cotidiana exige muchas más fintas, amagos, e incluso ganchos, que el deporte. «Tiene más facetas. En la cancha solo hay un objetivo, pero en el día a día este se multiplica por mil y abarca más frentes, desde los afectivos hasta los laborales. En todos hay que estar en la pelea», asegura con vehemencia.

-¿Lo más importante que ha conseguido en su vida?

-Mi familia. En el deporte, otra persona vendrá después de ti y mejorará lo que has hecho, pero mi familia es única, la que siempre ha estado apoyándome, conmigo, en los buenos y malos momentos, la que siempre me ha ayudado y me ha permitido tener los pies en la tierra.

-¿Le interesa la política?

-Más que interesarme, ahora mismo la padezco. Cada vez está más lejos de las necesidades de la gente. Imagínate que por culpa de la política, una madre se llega a convertir en suegra [se ríe].

-¿Qué opina de las revoluciones que se están produciendo en algunos países árabes?

-Son la revolución de los pobres. La gente pasa hambre, no es una revolución política. Es la respuesta a la pregunta que se hacen de «¿qué están haciendo con nosotros?». A esa gente no le preocupan las grandes economías, solo lo cercano. Tienen cada vez menos y todo les cuesta más. Las nuevas comunicaciones, además, les muestran un mundo injustamente repartido. Y se lanzan a la calle. Lógico. Y eso no significa que no tengamos también que ayudar a los de fuera.

-¿Las oenegés representan la constatación de los fallos de los Gobiernos y el desinterés de la sociedad por las necesidades del Tercer Mundo?

-Frente al Tercer Mundo y al nuestro. No sé si somos el primero, el segundo o el cuarto, pero también existe indiferencia frente a las injusticias del nuestro. Llega un momento en que nos olvidamos de lo que tenemos al lado y buscamos no sé qué, tal vez hacer la gran obra del mundo. Incluso nos vamos a la India, sin mirar que hay gente que está cerca y lo pasa mal, muy mal. Hace poco se me acercó un colaborador de una oenegé y me preguntó que podía hacer. Le aconsejé que fuese a un centro asistencial, que allí tendría mucha tarea. Una, evitar la soledad de la gente, hacerles compañía. Se puede uno sorprender al comprobar que recibe más de lo que da.

-Los deportistas famosos, cuando se retiran, suelen escribir sus memoras o sus hazañas. ¿Ha pensado en hacerlo?

-No, la verdad es que no me lo planteo, por ahora. Reconozco que me lo han planteado de forma muy tentadora: «Tienes que contar tu vida, que es muy interesante», me animaron. Lo malo es que acaba de hacerlo mi compañero Juanma y como hemos tenido un cierto paralelismo en nuestras vidas, parece recomendable esperar un tiempo. Veremos, un día cualquiera me levanto y pienso en contar mis batallas, vivencias y logros. Todo es posible, pero en el futuro.

-¿Qué papel ocupa Galicia?

-Todo. Vivo y siento como gallego, aunque no tenga acento de la tierra. En esto me acuerdo de aquellas parodias que hacía, cuando yo era niño, un personaje que se llamaba O Xesta. Un inmigrante trataba de hablar en gallego y decía: «¡Che, pibe, dame unha cunca de ribeiro!». Hay que huir de cualquier tentación de destrozar la lengua. Por lo demás, soy gallego por los cuatro costados.

-Trabaja con la Fundación de la Federación Española de Baloncesto en una función de carácter social que está orientada a que el deporte no sea solo un espectáculo. ¿Qué aportan?

-Que sea un medio para que todos tengan mejores oportunidades. La federación realiza proyectos con inmigrantes, mujeres en régimen penitenciario, gente de la tercera edad y jóvenes con problemas de exclusión social, o en programas como Chaval, ponle un tapón al botellón. También hay programas de cooperación internacional en Sudamérica y África.