Altanería del pazo y la torre de Guimarei

CRISTÓBAL RAMÍREZ

SANTIAGO

El primero data del siglo XVII, la segunda, del XII. Uno y otra se hallan abandonados y en preocupante estado

25 feb 2011 . Actualizado a las 11:23 h.

| Siglo XII. Y abandonada. Así se podría definir la torre de Guimarei, en las afueras de A Estrada (Pontevedra). Junto con una pequeña cerca, es lo que queda de la fortaleza, que como no podía ser de otra manera fue destruida por la furia justiciera de los irmandiños.

La torre todavía presume de buena planta, pero también de un exceso de vegetación que imprime un tono hasta misterioso a esos 15 metros de altura que forman sillar de granito sobre sillar de granito. Y tiene otro encanto: adosado espera tiempos mejores el pazo que dio origen al marquesado de Guimarei, una obra austera y fría del siglo XVII que increíblemente, dado su valor arquitectónico, también se halla en un estado por lo menos deplorable.

Es posible entrar a la brava en el pazo (aunque, por supuesto, todo es privado). Nada impide recorrer esas dependencias, de las que algunas, como la gran cocina, las caballerizas o las letrinas sorprenden porque dan la impresión de que aún fueron usadas anteayer. Todo el recinto fue medido: 80 metros por un lado y 50 por otro, lo cual da una idea de que pequeño no es. La vivienda de los señores, de una sola planta, se ciñe a 34 por 16.

Austeridad, sí, llevada al extremo, ya que la ornamentación brilla por su ausencia: tan solo una piedra de armas en el exterior con la leyenda «Villar» repetida y poco más que algunos sillares en los esquinales algo trabajados.

Pero ciertamente la visita al conjunto no requiere media jornada. Claro que en las cercanías hay muchas más cosas que ver. Para empezar, los amigos de la naturaleza pura y dura deben enfilar la carretera que lleva a Chapa y Silleda, para desviarse a la derecha, casi en lo más alto, buscando (señalizado) Olives. No porque esta aldea tenga interés, sino porque en la planicie superior, en la que se han colocados varios aerogeneradores, se extiende una zona de brañas y turberas en la que se encuentra la Lagoa Sacra. Una laguna que se seca en verano y que muestra por un lado un largo y bajo muro, construido, según la tradición, para proteger de las alimañas los cadáveres arrojados al agua tras una batalla.

El río que se cruza para ir a esa planicie es el San Martiño, famoso por sus molinos, sus rápidos y sus cascadas, alguna de un tamaño respetable. Hay que animarse a recorrer una parte de sus riberas en un lugar de gran belleza a la altura de la aldea de Pousadas.

De regreso a la carretera a Silleda se circula ante una buena iglesia, muy alta, que no pasa desapercibida: es la parroquial de Curantes, con su esbelto campanario.

Las posibilidades de A Estrada son muchas más, incluido el museo etnográfico Manuel Reimóndez Portela, en el antiguo matadero municipal. Todo está en una guía ejemplar, nada localista y gratuita (descargas en www.aestrada.com, botón Turismo). Digna de ser copiada por otros.