«Soy pionera en radioterapia»

xosé m. cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO

Como alumna sufría vetos y no podía ir a clases sobre sexo masculino

07 feb 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

A María del Carmen Porto nacer en la rúa Carretas, junto al entonces Hospital Real, le insufló su vocación médica. Las instalaciones del hoy Hostal eran su escenario de juegos y más de una vez se tropezaba con la visión de cadáveres. «No sentía ninguna impresión», asegura. Años después (y en contra del parecer de su padre, que quería que fuese farmacéutica porque consideraba «marimachos» a las jóvenes aspirantes a doctoras) se batía el cobre en las aulas de Medicina junto a seis alumnas más, sentadas entre más de un centenar de hombres.

«Algunos profesores te vetaban en sus clases, no querían que hiciésemos Medicina. Con uno de ellos, cuando tocaba hablar sobre los órganos genitales masculinos, las mujeres no podíamos ir a clase. Cuando eran los femeninos, sí, y se regodeaba en sus explicaciones».

Precisamente, por tener que abandonar una sección a instancias de un profesor ya jubilado que acudía por allí, tropezó con Radiología, departamento que la ganó para su causa. Y la convirtió en la primera mujer radioterapeuta de España, pionera además en la jefatura de servicio y en formar parte como docente del claustro universitario. Ni que decir tiene que, cuando entró, el departamento de Radioloxía estaba envuelto en pañales.

Pronto se montó la primera unidad de cobalto y posteriormente, en distintas fases, llegó el tratamiento de radioterapia en 3D (tridimensional), la radioterapia conformada y nuevos equipamientos y sistemas tecnológicos que convirtieron el servicio hospitalario de Santiago «en uno de los más importantes de España». Los avances de Santiago llegaron a oídos de muchos especialistas y gerentes de hospitales, que no perdieron la ocasión de absorber las técnicas radioterapéuticas del Clínico. Y se firmó un concierto de rotación con la Universidade de Turín. Obviamente, también arribaron miles de pacientes foráneos, «muchos de ellos desde Portugal», puntualiza Carmen.

En paralelo a la evolución tecnológica mejoró la eficacia de los tratamientos, la precisión, la eliminación de la toxicidad, las curaciones y la imagen de los búnkeres de Radioterapia Oncológica del CHUS: «Los búnkeres antiguos inspiraban respeto y miedo porque eran oscuros y nada alegres. Hemos hecho una humanización del servicio con unas dependencias amplias, luminosas y alegres».

Grandes instalaciones

El prestigio del departamento de Radioterapia Oncológica tiene mucho que ver con la mano firme de Porto Vázquez. Al diseñar el hospital se olvidaron del departamento. Y eso, paradójicamente, fue una gran ventaja para el equipo de Porto, que pudo crear un servicio a la medida. Pero antes Carmen tuvo un encontronazo con los poderes políticos negándose a poner su rúbrica a un servicio diseñado por el Medtec. «No lo acepté porque me parecía inadecuado y sin capacidad de desarrollo. No firmé el plano de obras y no se hizo», confiesa. La administración cedió y surgieron unas flamantes instalaciones de 2.400 metros cuadrados.

Por su departamento pasaron no pocos compañeros de trabajo atrapados por el cáncer. «No tenía prisa con ellos. Les asistí, les orienté. A algunos conseguí engañarles respecto a su enfermedad, a otros no. Con algunos tuve una entrañable amistad hasta que se murieron». La hermana de un médico que atendió y murió apaciblemente le remitió una emotiva carta de agradecimiento: «Me hizo llorar. La metí dentro de su historia porque no quería volver a verla».

Lo que sí tuvo ocasión de comprobar Carmen, viviendo la agonía de su hermano en casa, es la asistencia del servicio de atención hospitalaria a domicilio: «Hay que sacarse el sombrero ante la loable labor que hace y que yo no conocía».

Tras jubilarse, intentó crear un gabinete de asesoramiento oncológico a pacientes en el hospital. Al director del CHUS le pareció una buena idea. Pero ya se sabe lo que pasa a menudo con las buenas ideas en este país. Hay tinteros llenos.