«Levo a Santiago por aí e ás veces síntome máis picheleiro que galego»

X. M. Cambeiro

SANTIAGO

El polifacético artista vivió su vida con ciertas dosis de rebeldía, quería ser obispo de adolescente y llevó el teatro de las marionetas a distintos puntos de España

04 jul 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

De Santiago, claro. Apellido y vocación. «Sempre que vou por aí adiante levo a bandeira de Galicia, pero tamén a de Santiago. Ás veces síntome máis picheleiro que galego», dice Marcelino de Santiago, Kukas, pionero en Galicia de las marionetas modernas. Hace unos días su compañía, que acaba de cumplir 30 años, recibió un caluroso homenaje en Cuenca. Al lado, su inseparable Isabel. Para muchos, Kukas es sinónimo de marionetas o monicreques. Y, al parecer, también de guaperas: «De cativo era guapiño e as chavalas dábanme bicos. Eu feliz». Y a partir de ahí era el cucas, el cuquiño. Kukas, traducido al lenguaje acrático en el que hablaría años después como impulso artístico y vital.

En el colegio Inmaculada se llevó un chasco cuando conoció a Franco: «Pensei que era un home rexo de dous metros de alto, e era cativo e de voz aflautada». Luego lo conocería mejor. Un día vio a Quiroga Palacios, imponente, y se fue al seminario. Allí se consolidó la vena artística que le asomaba en el Inmaculada. Hacía montajes de teatro y cine, a escondidas de los curas, y cobraba dos reales. Pero con los materiales y los aperitivos que tenía que comprar, perdía cuartos: «Descubrín que non valía para os negocios». Un día vio una sombra de sotana en la pared, pero se dio cuenta de que no era de su proyector: «Rompéronme todo». Y fue expulsado, pero dejó huella: «Ningún dos compañeiros de curso se ordenou de cura».

A los 14 años hizo su primera exposición pictórica en Mestría, mientras vivía sus primeras peripecias políticas. Se adentró en otras parcelas artísticas, como la fotografía, el teatro y la música, y fundó con unos colegas el Pacto dos Oneristas Galegos, que ligaba arte y actitud vital bajo el paraguas de la acracia: «Non tíñamos tempo para aburrirnos». Y un día los monicreques llamaron a su puerta siguiendo la sombra de Barriga Verde.

Franco veía sus últimos telediarios cuando fue llamado a filas. No era su sitio, obviamente. Le decían que limpiara el dormitorio y que no quedase nada, ni una brizna: «Eu sacaba para fóra literas, taquillas, ...todo». Un día Kukas amaneció sedado: «Vinme rodeado de monxiñas. Estaba nun manicomio e non me enterara de nada. Todos os días ne poñían inxeccións. Dábame a impresión de que experimentaban cos que estábamos alí». Su estancia en el manicomio militar «foi o proceso máis traumático que vivín. Paseino moi mal».

Revivió con sus monicreques, que hablaban en gallego y eso, en los primeros años, le suponía no pocas broncas e incomprensiones. Hoy el teatro de títeres que inició con otros artistas en Compostela le ha consagrado, pero muchas escenografías, en las más diversos espectáculos, llevan también su firma. Le acaban de encargar toda la parte plástica en una obra teatral en Mérida, mientras prepara «O Castelo da Rocha» en Santiago junto a la Real Filharmonía de Galicia.