La burocracia retrasa la reparación de las chapuzas de la recién renovada rúa de Sar

Víctor Cacho

SANTIAGO

14 jun 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Los vecinos de la rúa de Sar no pueden más. Indignados, contemplan los resultados de unas obras que han dejado la calle «peor de lo que estaba», asegura Andrés Souto desde su peluquería. La empresa constructora quebró hace casi dos años y la obra quedó a medias. Desde entonces, la calle presenta todo tipo de parches, con lonas de goma sobre los pasos de cebra y planchas metálicas que tapan los bache

s.

Pero la gran mayoría no quiere ahora retoques de salón de belleza, sino que prefiere que la obra se vuelva a hacer de nuevo: «H

ai que ter avenidas, pero as quero ben. As pedras poden romper, pero nunca baixar. Se pagamos impostos, que vaian como é debido», comenta Celestino Cardeso, propietario de una casa en la zona.

Los baches llevan por la calle de la amargura a Charo, vecina del barrio: «Imagínate de noche. Los coches no me dejan dormir», comenta. El tramo, de apenas trescientos metros, forma parte de la Vía de la Plata, lugar de paso tanto para los peregrinos que llegan desde el Monte do Gozo, como para los que van a visitar la Colegiata. «Es una vergüenza que vean esto», lamenta. Ángel Panero, director de la Oficina Técnica del Consorcio, entiende que la situación es «muy triste», pero que «la obra nunca llegó a estar acabada porque la constructora quebró y entró en concurso de acreedores» por insolvencia, hace casi dos años. Para Panero, esa «circunstancia ajena» es la causa principal de todos estos problemas que intentarán «resolver en los próximos días». «Ya se le ha adjudicado la obra a otra empresa a través de un procedimiento sin publicidad -indica-, pero no me atrevo a decir una fecha concreta para la finalización de las obras». «Los costes de la obra rondarán los cien mil euros», concluye. Gila decía que nunca iría a Grecia porque «está todo roto». Charo dice que «quien no se atreve a venir aquí es el alcalde». Lo roto, en la calle del Sar, no es sinónimo de belleza y, además, no tiene ninguna gracia. Son las dos menos cinco de la tarde y una patrulla de la policía local se detiene ante un bache. Los policías se bajan del vehículo y atan con una cinta de obra dos piedras, de considerables proporciones, que dificultan el paso. Una fila de coches aguarda detrás. «Esto es un desastre», explica el agente, que apunta que no es la primera vez que se frenan para arreglar la calzada. «Hemos llamado a Aquagest para que vengan cuanto antes». Como buenamente pueden, colocan las piedras sobre la alcantarilla y se van.

Todo ello en pleno casco histórico de la capital de Galicia, con el agravante de que cuando llueve fuerte, como ocurrió en los días pasados, los baches se convierten en auténticas pozas.