«No me gusta que los pregoneros vengan de fuera habiéndolos aquí»

X. M. Cambeiro

SANTIAGO

Fue edil en las etapas franquista y democrática, ejerció de liberado sindical en la enseñanza y afirma que el ex alcalde Ernesto Viéitez fue un excelente gestor

14 mar 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

«Santiago es un jardín viviente», sale de la boca de Santiago Mayo, cuando el lápiz está ya recogido, pero no la memoria. Fue edil antes y después de la democracia y un joven curtido en mil batallas. Las más sonadas fueron aquellas en las que, los días de nevada, conducía como adalid a un grupo de alumnos del Xelmírez (donde estudiaba) a enfrentarse a bolazos de nieve con las chicas del Rosalía. «Eran auténticas batallas campales. Ellas tiraban con ventaja desde las ventanas». Un abanderado de las guerras entre sexos, que aún sigue manteniendo periódicamente encuentros con sus compañeros de curso. Ya solo queda una veintena.

Tras finalizar magisterio y peregrinar por distintas escuelas, alguna andaluza, recaló (ya casado con María Luisa) en San Francisco Javier y en el Quiroga Palacios y puso fin a su periplo docente en Maestría, como adscrito. No obstante, durante un tiempo aparcó las aulas para lanzarse a las lides sindicales como liberado de la central independiente de funcionarios Anpe: «Me cupo la honra de firmar el tercer acuerdo de España sobre trienios y sexenios». Antes, ya había pisado la moqueta municipal en la etapa franquista.

La idea se le ocurrió a su amigo Manuel Caeiro en un café de la Senra y ambos crearon una candidatura por el tercio familiar: «Sacamos mayoría». María Victoria Fernández-España le propuso encabezar la lista de AP: «En aquel momento yo no quería, porque acumulaba chollo, y puso a Clemente González Peón». Luego sí decidió volver, tres años más tarde, con Ernesto Viéitez. El ex alcalde «era muy trabajador, muy buen gestor y tenía una humanidad extraordinaria, pero no le dejaron hacer nada». Sus refriegas con Xosé Luis Losa como concejal de Educación e Cultura, a insulto limpio, han sido sonadas. «No nos llevábamos bien, la verdad. Pero eso ya es pasado y ahora nos saludamos y hablamos. Los enfrentamientos tienen que ceñirse al debate político. Me llevo bien con Estévez, Toxo, Carlos Fernández,... Y me llevo muy bien en esta etapa con Xosé Manuel Iglesias». Y eso que a Estévez le llamó un día «nepotista» y el entonces alcalde le remitió al diccionario María Moliner para que leyese el significado. «Yo le respondí que tenía la gran enciclopedia Larousse». Y varias más, por una razón nada peregrina: Mayo regentaba una librería.

¿Y los festejos? «Las fiestas de ahora pueden variar un poco, pero metro más metro menos siguen siendo lo mismo que en mi época», refiere el ex edil de Cultura. Por ahí no pone pegas, pero se sulfura con los pregones. «No me gusta que traigan a gente de fuera habiendo en Galicia personas idóneas. Incluso las hay sin salir de Santiago». Él, en su día, trajo a Fernando Ónega.

Recuerda al escuchar las campanadas de fin de año, en los actos convocados en Compostela, que esa iniciativa partió de su cabeza: «Un fin de año propusimos dar las uvas con las campanadas de la Quintana con el reloj de la Catedral». Lo malo es que el reloj estaba averiado. Mayo se subió «por un tubo largo y estrecho» hasta la lo alto de la torre de la basílica, detrás del campanero, y llegó vivo para presenciar el arreglo del entuerto.

¿Y las ayudas para material escolar de familias necesitadas? Pregunta con pregunta: «¿Aún siguen existiendo? Vaya. Eso me parece muy bien. Servio Puente me felicitó por la iniciativa».