El feísmo de la maleza que invade la acera

David Cortiñas

SANTIAGO

21 feb 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

A la entrada de la Travesía da Peregrina, haciendo esquina con la calle central de Bertamiráns, se encuentra una zona poblada por una frondosa maleza que trae a la memoria a Martin Sheen internándose en la selva camboyana en Apocalypse Now . Aquí en vez de toparse con Marlon Brando lo único que podría hallar sería un poco de basura.

Una cosa es la vegetación que existe en el cauce del río -necesaria para contener la fuerza de la corriente-, y otra es la cantidad de broza que se encuentra adyacente a esta. Una vegetación que comienza a invadir las ya de por sí estrechas aceras, como explica Begoña Porto, vecina de la zona, que habla de la «situación horrible» en la que se encuentra esa parte de la calle y explica que para lo único que se usa es para echar ahí la basura, como si se tratara de un escombrero.

Mónica Esperante explica que las ortigas llegan hasta la acera y es raro el día en el que no se enzarzan con el carrito de su bebé. Mónica tiene la impresión de que la zona se podría acondicionar mucho mejor y convertirla de verdad en una zona verde. Inma Rey también es de los que opinan que la utilidad de ese frondoso zarzal es nula y «podían darlle un uso mellor», ya que lo único que hace es dañar la vista.

El feísmo de la maleza es algo que igualmente llama la atención a Carmen Sampedro. Dice que es «un lugar abandonado» y comenta que los vecinos esperaban que se limpiase para que la calle tuviese otro aspecto, pero «es evidente que esto no ha sucedido».

Manuel García narra que hace unos meses existía un muro que impedía que la vegetación siguiese ganando terreno hasta algún día poder llegar a situarse en el pavimento como un vecino más. El estado de deterioro obligó a derribar la pared y dejar a la luz la situación de dejadez en el que se encuentra, según explica. Manuel no sabe si ese terreno puede ser privado pero, aunque así fuera, dice se debería limpiar para darle otra cara a la calle.

Los vecinos señalan que lo que podría ser una zona verde al lado de la flora del río se ha convertido en un espeso paraje donde las ortigas se fagocitan unas a otras mientras no dejan de reproducirse.